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Carnaval en Madrid

La palabra Carnaval viene del italiano “Carne Vale”: Adiós a la carne. Estas fiestas se denominaban antes en España “carnal”, “carnes tolendas” (retirar la carne) o “antruejos” (del latín entroitum, entrar en Cuaresma).

El Carnaval es una fiesta cristiana. Sin Cuaresma no existiría el Carnaval. Lo cual no quiere decir que no se tomaran costumbres paganas previas.

El Carnaval comienza el jueves lardero y termina 5 días después, el martes previo al miércoles de ceniza. Los días más importantes del carnaval son el domingo, lunes y martes anteriores a ese miércoles de ceniza, que es el primero de la Cuaresma, 40 días antes del Domingo de Resurrección.

Constantino el Grande dispuso en el Concilio de Nicea 325 d.C cuándo es la Semana Santa. El domingo de Pascua es el siguiente a la primera luna llena después del equinoccio de primavera.

La cuaresma es un período de 6 semanas antes de la Pascua. Con la semana de Pascua hace 7 semanas de penitencia de ausencia de carne.

El origen del Carnaval es controvertido. Se han encontrado fiestas parecidas en las primeras zonas de la Humanidad relacionadas con la Agricultura. En el Renacimiento se pensó que venía de Roma. Conocemos que en Roma se celebraban las fiestas saturnales romanas donde se producía una inversión de valores y los esclavos aprovechaban para adoptar el modus vivendi de sus señores.

Las Características del carnaval son la inversión y el desfreno. La Inversión permite tomar un rol que no nos corresponde, aunque sea por unos días. Los hombres se vestían de mujeres y las mujeres de hombre. Estaba perseguido por la iglesia (6º mandamiento). La característica fundamental de esta fiesta es su carácter de inversión de valores, es una transgresión. El Desenfreno carnavalesco se asocia a su carácter de previa antes de las restricciones de Cuaresma: «Hoy comamos y bebamos, cantemos y holguemos que mañana ayunaremos».

Historia del carnaval madrileño: En Madrid se celebra oficialmente desde el siglo XVII.

Aunque se sabe que finales del s.XVI había mascaradas pero no eran por la celebración del Carnaval en sí sino ante eventos de la Corte como la llegada de una reina, bautizos de infantes o juramentos de príncipes de Asturias. Aquí en Madrid siempre hubo una parte popular y una parte cortesana.

El comienzo y el auge real del Carnaval en Madrid en el s.XVII. Felipe IV fue un enamorado de esta fiesta.

En ese siglo el madrileño no era consciente de la decadencia de la nación. Se procuraba que el pueblo se divirtiera y se potenciaron las fiestas populares, una de las más queridas eran las carnes tolendas.

Felipe IV y el Conde Duque de Olivares eran asiduos al carnaval. Sobre todo a las máscaras de animales combinados con disfraces como cencerros, cinchas, sillas, etc.

Los alcaldes de casa y corte, que eran los que tenían que mantener el orden, se las veían y deseaban para cumplir con su cometido pues el descontrol era tan general que costaba hacerse respetar.

Hubo períodos en los que el Carnaval se prohibió. Que se autorizara o no el carnaval dependía de la personalidad del que regía. Así, en el siglo XVIII. Felipe V prohibió las máscaras y el carnaval por disposiciones de 1716, 1717, 1719 y 1745, que mantuvo Fernando VI. Carlos III lo autorizó en 1766 y Carlos IV lo prohibió en 1795.

En el siglo XIX, José Bonaparte lo permitió en 1809 y Fernando VII volvió a prohibirlo en 1815. Permitido durante el periodo liberal de 1820-1823, lo prohibió de nuevo hasta que, a ruegos de la nueva reina, María Cristina, lo autorizó en 1831

El lienzo de Goya “El Entierro de la sardina” (1812-19) es la imagen icónica del carnaval de Madrid. La gente baile y bebe en las orillas del Manzanares alrededor de un estandarte con el dios Momo que sonríe sarcásticamente y con sorna. El cuadro está en la Real Academia de BB.AA. de San Fernando.

También José Gutiérrez Solana, ya en el siglo XX, pinta el Carnaval como lo hizo su maestro Goya.

El declive del Carnaval en el siglo XX llega con la dictadura de Primo de Rivera, que prohibió las máscaras en la calle pero las permitió en clubes como la Asociación de la Prensa y el Círculo de Bellas Artes. Es este tiempo cuando se plasma más que nunca la diferencia entre el carnaval popular, inexistente, y el reservado para las clases altas.

El Carnaval vuelve a celebrarse con la segunda república y en 1936 todavía se celebra el Carnaval, pero se suspende hasta después de la muerte de Francisco Franco. En 1980, Enrique Tierno Galván lo vuelve a celebrar. Ese año se permitió el disfraz pero aún no la máscara.

Personajes del Carnaval

Pugna de don Carnal y doña Cuaresma de Caro Baroja. Gordo vividor frente a la delgada vieja vegetariana que sólo comía verdura y bacalao (tenía 7 piernas, que se iban cortando cuando pasaba cada semana de las 7 de cuaresma)

La Destrozona: mujer fea que escenifica la arbitrariedad del Carnaval con su risa desbocada.

El Enmascarado: Las máscaras venían de Italia y de difunden por Europa entre el siglo XV y XVI. En Madrid destaca el baile de máscaras en el CBA y su excelente colección de carteles que data de 1892.

Mofas, sátiras y burlas del Carnaval:

La Gatada: Lo comenta Calderón de la Barca. Se colgaba un gato de una garrucha y, para malhumorarle, se le daba un golpe en la entrepierna. En ese estado, se le hacía bajar para que con su furia agarrase al que pasara y luego se tiraba hacia arriba del gato y lo que hubiera agarrado.

El Manteo del pelele: podía ser un muñeco o una persona real.

Correr gallos: Lo comentan Quevedo y Góngora. Se colgaba una cuerda de una zona a otra de la calle, por ejemplo de los balcones, de la que colgaban a un gallo por la patas. Al participante se le daba una espada y se le vendaban los ojos. Si le cortaba el pescuezo se quedaba con el gallo, si no, se le penalizaba con multa. Otra versión es enterrar al gallo sólo con la cabeza fuera. También había una variante que es correr detrás del gallo hasta que se cansase y prenderlo para cortarle la cabeza.

El tropezón: Otra broma era colocar una cuerda tensa de lado a lado de la calle para que la gente se tropezase y diera con sus huesos en el suelo.

El sombrero perdido: También se podía colocar una cuerda tensa a más altura para que los caballeros perdieran el sombrero.

Partir la vieja: El miércoles de ceniza se hacía un muñeco de algún elemento liviano que se colocaba en la plaza del pueblo. Se llevaba allí después del miércoles de ceniza. Ese muñeco era una vieja fea que portaba un bacalao y verduras en las manos. Tenía 7 piernas y se le cortaba una pierna cada semana de cuaresma que pasara. El domingo de Resurrección se le cortaba la cabeza.

El tribunal: Se simulaba un juicio. Había una mesa para el juez y un estrado con estera para los testigos. Cuando el testigo se subía, le tiraban de la estera para que se cayera.

El Carnaval madrileño en la actualidad concentra la atención en los pregones y pregomeros del Carnaval al principio de la fiesta. Lo más vistoso suele ser el desfile con su cabalgata. En los últimos años lo más reconocido de la cabalgata es el ingenio, el humor y calidad escenográfica.

Todavía se celebra el tradicional baile de máscaras en el Círculo de Bellas Artes pero, seguramente, el elemento más autóctono de nuestro Carnaval sea el entierro de la sardina para dar finalización a las fiestas el miércoles de ceniza. Este entierro de la sardina es lo único que ha aportado Madrid al ritual del Carnaval que se celebra por toda España.

La tradición popular cuenta que en tiempos de Carlos III llegó una partida de pescado podrido a la ciudad y que hubo que enterrarlo junto al Manzanares. No hay constancias de tal hecho pero sí se sabe que lo que verdaderamente se enterraba con anterioridad no era una sardina sino un cerdo abierto en canal (como una sardina), otros lo llaman la cerdina. La confusión en el lenguaje ha llevado a la actual denominación.

Se recuperó el entierro de la sardina por la Alegre cofradía del entierro ya en 1952, aunque no se celebrara el resto de Carnaval. Los cofrades del entierro de la sardina llevan una chistera y una capa de la que penden tantas reproducciones de sardinas de plata como número de participaciones del cofrade en el entierro. Como van muy tristes se paran en las tascas que encuentran a su paso.

En un principio, enterraban la sardina en la pradera del Corregidor, próxima a la fuente de la teja. Desde el 1981 se institucionalizó que el sepelio concluyera en la fuente de los pajaritos de la Casa de Campo.