Madrileños por el mundo

Entre las millones de historias de los madrileños que poblaron estos pagos en sus más de once siglos de historia, destacan estas que, por distintos motivos, nos hablan de grandes hazañas en tierras lejanas.

Ruy González de Clavijo. Fue ayuda de cámara del rey Enrique III de Castilla. Será siempre recordado por visitar la ciudad de Samarcanda, y narrar su viaje, en los albores del siglo XV. Su misión era culminar una embajada enviada por el rey y entregar en mano una carta al gran Tamerlán (o sultán Temür). El relato de las vicisitudes de su aventura y de sus descubrimientos se considera el origen de la literatura de viajes en español.

Todo comenzó en 1396 con la victoria del turco Bayaceto sobre la Cristiandad en Necópolis. Constantinopla estaba asediada por los otomanos y el Imperio bizantino agonizaba. Cuando todo parecía perdido, apareció en escena el gran Tamerlán, señor de Samarcanda, que derrotó a los ejércitos de Bayaceto en la batalla de Angora. Los reyes cristianos encontraron en él a un potencial aliado contra el turco.

Enrique III, llamado El doliente, gustaba de enviar embajadas a otros países y había encomendado a los caballeros Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos presentarse en la batalla de Angora. Esta embajada fue muy bien acogida por el vencedor, los colmó de parabienes y halagos y los hizo acompañar en su viaje de regreso a Castilla por Mohamed Alcagi, embajador de la corte del gran Tamerlán, que portaba una carta para el rey de Castilla y numerosos regalos, entre ellos tres esclavas greco-húngaras, que acabaron desposadas con hidalgos españoles.

Como señal de agradecimiento, y ya en Castilla, Enrique III decidió devolverle el favor, y ordenó al madrileño Ruy González de Clavijo acompañar a Mohamed Alcagi en su viaje de regreso. El camarero real portaba una carta suya para Tamerlán.

El 21 de mayo de 1403 embarcó en el Puerto de Santa María una comitiva real, entre los que se encontraban, además de Clavijo, fray Alonso Páez de Santamaría, Gómez de Salazar, que moriría en el viaje, y Alfonso Fernández de Mesa. El barco en el que navegaron atravesó todo el Mediterráneo de oeste a este, cruzó el estrecho del Bósforo y llegó al mar Negro. Desde allí, el 11 de abril de 1404, se emprendió el camino por tierra y visitaron ciudades de Armenia, Anatolia, Azerbaiyán, Persia, Afganistán y, finalmente, Samarcanda en Uzbekistán, situada en el oasis del borde oriental del desierto de Kyzylkum, adonde llegaron el 8 de septiembre de 1404.

Si actualmente tenemos una imagen fiel de la Constantinopla cristiana, que aún no había caído en manos turcas, se lo debemos a la descripción que Clavijo hizo de esta ciudad así como de otras que encontró en tan extraordinario viaje. Su capacidad de descripción asombra y le sirve para tratar tanto lugares como al gran Tamerlán y su entorno de la corte. La proximidad a localizaciones bíblicas como la ciudad de Calmarín, le lleva a situar los restos del Arca de Noé en las lomas de su monte Ararat y afirmar que esta fue la primera ciudad levantada tras el Diluvio Universal.

Aunque se dice que Marco Polo ya pudiera haber estado en Samarcanda a principios del siglo XIV, el relato de Clavijo es el primer testimonio europeo del lujo de la corte timúrida.  De hecho, la descripción de las bellezas y lujos de la ciudad, ayudaron a la creación de la leyenda de Samarcanda, ciudad de la que Alejandro Magno, ya en el siglo IV, dijo que su belleza no tenía parangón en el mundo conocido.

Juan de Campos y Francisco Díaz. Uno de los hechos más meritorios de cuantos lograron españoles en la historia fue la primera circunnavegación del mundo completada por Juan Sebastián Elcano junto a 18 supervivientes. El 10 de agosto de 1519, zarparon desde Sevilla cuatro naos (Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago) con 247 hombres.  La empresa que capitaneaba Fernando de Magallanes, un portugués naturalizado español, pretendía aclarar si los portugueses respetaban el tratado de Tordesillas. Se habían asentado en las islas Molucas que, según distintos cálculos, no les correspondía por encontrarse en el hemisferio reservado a España en dicho tratado.

Esta empresa se hizo bajo pabellón español pero era una misión ciertamente universal. Lo mejor de todo el mundo se embarcaba en una aventura sin parangón en la época: intentar llegar a las islas Molucas navegando hacia el oeste y tratando de encontrar un paso que permitiese salvar esa infinita extensión de terreno llamado América. La mayor parte de los embarcados como es lógico, procedía de regiones costeras. De ellos, 147 eran españoles, de los cuales casi la mitad eran andaluces. También se alistaron muchos vizcaínos, guipuzcoanos y gallegos pero entre todos ellos nos interesan dos que habían nacido lejos de la mar, concretamente en Madrid. Hablamos de Juan de Campos, de Alcalá de Henares, y Francisco Díaz, de la villa de Madrid.

Ninguno de ellos fue de los 18 que lograron regresar a España circunnavegando el orbe pese a la oposición portuguesa. Ambos murieron muy lejos de su lugar de nacimiento, pero se sabe que antes de conocer la muerte llevaron a cabo hazañas que favorecieron el éxito de la expedición y salvaron la vida de muchos de sus camaradas. Juan de Campos era el despensero de la Trinidad. Francisco Díaz de Madrid trabajaba en el mismo barco como “sobresaliente”, soldado cuya misión era proteger la tripulación una vez los barcos tocaban tierra.

El 27 de abril de 1521 falleció el almirante Fernando Magallanes cuando más de 1.500 guerreros de la isla de Mactán en Filipinas atacaron a 49 de los navegantes de la expedición. Las crónicas de Antonio Pigafetta, uno de los 18 que llegaron al final con Elcano, afirman que los filipinos esperaron en la playa a que los españoles desembarcaran. Magallanes, viendo perdida la batalla por lo exiguo de sus fuerzas, ordenó la retirada ordenada. Tras varias horas de lucha, murió el portugués de una lanzada y una flecha envenenada. Su arrojo en la batalla logró que la mayoría de sus hombres pudiesen regresar a los botes, pero no lo logró el madrileño Francisco Díaz, que con otros cinco compañeros y el capitán cubrían la retirada del resto y murieron en la empresa.

Este percance caló hondo en la expedición que, desde entonces, empezó a recelar de los nativos. Se limitaron los contactos con ellos y las bajadas a tierra lo imprescindible. Esa política redundaba en una disminución de los víveres de las naos y, cerca de Tidore en las islas Molucas, no tuvieron más remedio que hacer parada donde un grupo de nativos les hacían señas para que bajaran. Juan Campos dio un paso al frente ofreciéndose como la persona que se acercara a la costa pues creyó que, si le mataban, mejor para la expedición que muriese un despensero y no un marino.

El alcalaíno agarró un pequeño bote y se acercó solo a la costa. Para alivio de los españoles, los nativos eran cordiales y no violentos. Campos logró comprar a los indígenas el “arroz desgranado” que la tripulación necesitaba. Su vuelta desde el bote a las naos fue un clamor de victoria y un respiro para una sufrida expedición que añadió el hambre a sus desvelos, miedos y angustias.

Por desgracia, el alivio duró poco tiempo. Cuando las naos partieron rumbo a Tidore los portugueses no aceptaron su presencia y apresaron a parte de los españoles para trasladarlos a Malaca, en Indonesia. El transporte se hizo en unas barcazas de juncos que naufragaron. En una de ellas iba Juan Campos, que falleció ahogado un 1 de febrero de 1523, casi dos años después de la muerte de su compañero Francisco Díaz de Madrid.

Las vidas de estos héroes madrileños parecen extinguirse en ese océano pacífico y nada se sabe de si dejaron familia o descendientes que, en la actualidad, puedan reivindicar ser herederos de sus gestas.

Eloy Gonzalo. Nació el 1 de diciembre de 1868 y fue entregado a la Inclusa de la calle Mesón de Paredes, una institución benéfica que acogía a niños abandonados o huérfanos. Al recién nacido lo acompañaba una nota que rezaba así:

Este niño nació a las seis de la mañana. Está sin bautizar y rogamos que le ponga por nombre Eloy Gonzalo García, hijo legítimo de Luisa García, soltera, natural de Peñafiel. Abuelos maternos, Santiago y Vicenta. 

Las monjas de la Inclusa encontraron a una familia de acogida, la del guardia civil Francisco Díaz Reyes, que cuidaron a Eloy en su casa de Chapinería donde éste recibió instrucción primaria. Cuando cumplió los doce años, el patriarca se retiró y con él se fue toda la familia al pueblo de Ávila donde éste había nacido.  Estando allí murió su madre de acogida y Eloy decidió volver a Chapinería, donde sentía estaba su hogar, donde fue acogido por la familia de un tal Fermín Díaz. Con esa familia residió hasta la edad de 21 años en Chapinería dedicado a las labores del campo.

En 1889 Gonzalo se alistó en el Regimiento de Dragones de Lusitania y alcanzó el rango de cabo en tan solo dos años. Poco después todo se complicó. Según registros militares, el joven Eloy fue acusado de amenazar con una pistola a un oficial superior al que descubrió en la cama con su prometida. Gonzalo fue sometido a un consejo de guerra y condenado a doce años de prisión en Valladolid, de los que apenas cumplió dos meses.

En aquel momento las Cortes Generales proclamaron una ley de amnistía para quien, estando preso, quisiera luchar en la guerra de Cuba. Eloy solicitó «limpiar su honra, derramando la sangre por la patria» y en noviembre de 1895 embarcó con destino a La Habana.

En Cuba fue destinado a una guarnición situada en la localidad de Cascorro, muy cerca de Camagüey, en el centro de la isla. Cascorro era un enclave indefendible, y para muchos el Ejército español nunca debería haber intentado conservarlo. Era éste un objetivo muy fácil para los insurrectos cubanos y la guarnición española la formaban solo 170 hombres que tuvieron que hacer frente al ataque de 2.000 efectivos del “Ejército Liberador”.

El 22 de septiembre de 1896 los españoles hicieron frente a un estrecho cerco que duró trece días. El general cubano Calixto García, sabedor de su ventaja, propuso las condiciones para la rendición de la guarnición española, pero los españoles se negaron a aceptarlas. El capitán Neila solicitó entonces un voluntario para llevar a cabo un plan desesperado.

El plan consistía en adentrarse en las líneas enemigas y prender fuego a un bohío cercano a su posición desde la que estaban disparando a la guarnición española. Gonzalo levantó la mano para presentarse voluntario para la misión. Sabedor de su condición de huérfano consideró que su segura muerte afectaría menos a sus pocos seres queridos. Eso sí, sólo puso una condición, pidió que le ataran con una cuerda larga para que, cuando le mataran, sus compañeros pudiesen rescatar su cuerpo sin vida y lo enterraran en su Madrid natal. 

El 5 de octubre, emboscado en la oscuridad de la noche, Gonzalo, con un fusil máuser, una lata de petróleo y unas cerillas como únicas armas se adentró en la posición enemiga para prenderla fuego. Contra todo pronóstico, logró su objetivo y regresó con vida e indemne. La resistencia pudo durar varios días más y Cascorro fue liberada.

Gonzalo se convirtió en un héroe nacional. Le condecoraron y, desde ese momento, participó en muchas otras operaciones más en la región de Matanzas, eliminando varios reductos rebeldes. Eloy Gonzalo falleció el 18 de junio de 1897 en el hospital de Matanzas debido a una dolencia intestinal. Acabó dando su vida allí donde ya era inevitable una dolorosa derrota.

Ángel Sanz Briz. Quizás el nombre no les suene porque es más conocido como el “Schindler español” o el “Ángel de Budapest”. Este madrileño llegó a Budapest en 1942, en plena II Guerra Mundial, y asumiría, como Encargado de Negocios, la jefatura de la misión diplomática española. Allí tuvo que afrontar los difíciles retos que conllevaba gestionar una embajada de un país neutral allí donde la guerra se cebó con los más indefensos.

Los testimonios de quienes vivieron allí y en ese momento son estremecedores. Sobre la población judía se cernía la amenaza de ser deportados a campos de exterminio nazis y Sanz Briz hizo todo lo que estuvo en su mano para salvar cuantos judíos fueran posibles. Basado en un Real Decreto de tiempos de Alfonso XIII, que permitía obtener la ciudadanía española a judíos sefardíes, el embajador comenzó una incesante labor de emisión de pasaportes españoles y salvoconductos a los que lo necesitaran. La embajada española, que el regía, consiguió salvar la vida a más de 5.200 judíos húngaros y procuraba también alojamiento a quienes necesitaran cobijo y protección.

Estos pasaportes españoles, en un principio, se reservaban sólo a los judíos de origen sefardí pero, según iba derivando la persecución a los judíos, se expedían a cuanto judío lo pidiera. En homenaje a su legado, Sanz-Briz cuenta con una placa de recuerdo en su residencia de la calle Velázquez y existe una avenida con su nombre en el distrito de Latina. La Alcaldía de Budapest, por su parte, le dedicó una calle al «Ángel de Budapest» en el distrito III.

Estatua ecuestre de Felipe IV

Estatua ecuestre de Felipe IV en la Plaza de Oriente

La primera estatua ecuestre con una caballo rampante está en Madrid y se la debemos a cuatro genios.

Felipe IV, el cuarto rey Habsburgo en España, ha sido encasillado como el rey más mujeriego de cuantos ocuparon el trono real. No hay visita guiada por el Madrid de los Austrias que no se recree en esa faceta suya con alguna que otra anécdota.

Reducir su reinado a ese aspecto en concreto no deja de ser superficial. Su vida no se limitó a infidelidades y amoríos pues le tocó lidiar con una monarquía española que, aparte de mantener conflictos heredados, se empezaba a resquebrajar por dentro con rebeliones en Portugal y Cataluña. Era evidente que el poderío militar español en toda Europa estaba comenzando su decadencia y que la influencia de Francia se afianzaba en el contexto internacional.

Su valido, el conde duque de Olivares, pretendía alejarle de la política del día a día con fiestas, fastos y obras teatrales en su nuevo Palacio del Buen Retiro. Sin embargo, fue bajo el reinado de Felipe IV cuando eclosionó el arte español como la verdadera vanguardia europea. Él es el rey del «siglo de Oro de las artes españolas».

Siempre se hace hincapié en la bonanza artística de su reinado, que se manifestaría con singular fuerza en la pintura y, cómo no, en la literatura. Siendo esto cierto, se ha dejado en segundo plano las cotas de excelencia que durante esta época también alcanzó España en arquitectura y escultura. Madrid está repleta de bellos edificios barrocos, que aún sobreviven, y dan testimonio del austero y elegante barroco español. Además, nuestras iglesias cuentan con tallas religiosas que, bajo su reinado, llevaron a la imaginería barroca en madera policromada a las cotas más altas de teatralidad, realismo y refinamiento.

No obstante, en esta época España no se prodigaba aún en la fundición en bronce. Esta manera de estatuaria, tan antigua y tan laboriosa, quedaba en el siglo XVII casi monopolizada por la producción de Italia, concretamente en la Toscana.

Nuestro católico rey, Felipe IV, fue un mecenas y apasionado coleccionista de arte. Y tenía buen ojo, no hace falta más que recordar que eligió a un tal Diego Velázquez como su pintor de cámara. Admiraba la belleza de los lienzos de Rafael y reconocía la importancia que, para el arte, no dejó de tener Italia desde la antigüedad

El joven príncipe Felipe creció admirando, en la Casa de Campo, el vaciado que Juan de Bolonia y un joven Pietro Tacca hicieron para su padre, Felipe III, a principio de siglo. Pasado el tiempo y ya asentado en el poder, parece ser que el rey, otros dicen que fue el Conde Duque de Olivares, encargó una estatua ecuestre en bronce al propio Tacca para superarla. Bien es sabido que todo hijo quiere superar lo hecho por su padre.

La nueva escultura habría de ser la primera que se fundiera en el mundo representando a un jinete sobre un caballo en corveta, esto es, rampante, apoyado en las patas traseras pero con las manos al aire. Su visión debería producir en el espectador la sorpresa que tanto se buscaba en el teatro, que ya llevaba décadas triunfando en los corrales de comedia de la ciudad. Si la estatua de Felipe III era una escultura renacentista donde imperaba el porte del caballero y el comedimiento del conjunto, en ésta debía de apreciarse el dinamismo de los nuevos tiempos: las tensiones del barroco.

Poco entenderemos del arte barroco si no hacemos referencia al teatro. El siglo XVII fue, sin duda, el siglo del teatro. En España aún triunfaba Lope de Vega, el Fénix de los ingenios, y Calderón de la Barca o Tirso de Molina estaban ya haciendo sombra al anciano literato. En Inglaterra Shakespeare ya había llevado la literatura inglesa a su máximo esplendor y en Francia, Moliére arrasaba con su comedia de caracteres. Si actualmente definimos la música rock o el cine como fenómenos de masas, nos quedaríamos sin adjetivos para definir el triunfo del teatro en la sociedad del siglo XVII.

En la pintura barroca, las composiciones se dinamizan, se rompe la simetría y se incide en una nueva dimensión: el tiempo. El tiempo se incorpora al arte a través de espejos que nos ofrecen perspectivas simultáneas de un mismo personaje u objeto y, a veces, la forma de contar historias nos ofrecen viajes temporales. No obstante, la manera más socorrida para remitir al tiempo en pintura es a través de diagonales que remiten a un movimiento, a una velocidad que se mide en unidades de tiempo.

Esta diagonal que ya estaba en los lienzos se materializa tridimensionalmente, ppr primera vez, en esta escultura. El encargo supone un reto técnico sin precedentes y quien ha de llevar el encargo a buen puerto es un equipo pluridisciplinar que contará con los siguientes geniales integrantes:

  • El escultor Pietro Tacca, que ya no era el joven que ejecuta la estatua de Felipe III. De hecho, ésta es la última escultura que funde en bronce antes de morir. Por este entonces ya era una eminencia en toda Europa. Su capacidad y experiencia le permite efectos que aún nos admiran. Se sabe que el moismo artista la consideró su obra más valiosa a pesar de que, cuando envía la escultura en barro que habría de servir de modelo, el rey no queda contento con el rostro y es su hijo, Ferdinando, quien acaba modelando esta parte. Estando frente a la estatua aún nos admira la detallada anatomía del caballo, el porte del rey con el bastón de mano, la ligereza de la capa del rey o el dominio del pelaje del caballo en las crines y la cola.
  • El pintor del rey, Diego Velázquez. Para que el escultor entendiera lo que el rey español requería le envía un boceto en lienzo como referencia. Hay quienes dicen que quizá el boceto fuera enviado por Rubens, que tampoco era manco, pero está más aceptado que fuese, en realidad, el pintor sevillano. Yo soy del parecer de que fue Velázquez y no Rubens quien lo enviara pues, apenas un año después de hacer el encargo, Velázquez termina un lienzo de grandes dimensiones del rey Felipe IV sobre un caballo en corveta. Se pintó para el Salón de Reinos del desaparecido Palacio del Buen Retiro y, en la actualidad, se puede disfrutar en la misma sala del museo del Prado donde reina el cuadro de las Meninas. Si tienen la oportunidad de verlo, fíjense en las distintas correcciones que el pintor acomete en el ángulo de incidencia de las patas traseras con el suelo          para dar mayor sensación de estabilidad.
  • El escultor jienense Juan Martínez Montañés. También conocido como el “Lisipo español”. Su misión fue hacer llegar al escultor florentino un modelo de la cabeza del rey en yeso para darle mayor realismo a la fundición en bronce. La relación de Velázquez y Martínez Montañés se remontaban a los años en que Velázquez era aprendiz de pintor en Sevilla, donde ambos comenzaron sus carreras. También en la sala de Las Meninas del museo del Prado se encuentra el retrato que Velázquez le hizo al escultor mientras acometía este proyecto.
  • El astrónomo y matemático Galileo Galilei. El escultor florentino Tacca tuvo que recurrir a su vecino pisano Galileo Galilei para lograr el reto de estabilizar una estatua que sólo se sustentara sobre las patas traseras del caballo. Fue Galileo quien le calcula las toneladas de bronce que harían falta y, sobre todo, cómo debería estar distribuido ese peso. Tan complicado cálculo reafirmó lo que el sentido común le dictaba: Galileo le recomienda que la estatua fuese mucho más liviana en la zona delantera y mucho más pesada en la trasera. El espesor de bronce es mínimo en el cuello y cabeza del caballo y la estatua es casi maciza en los cuartos traseros. Así consiguió bajar el centro de gravedad y acercarlo al punto de apoyo sobre el pedestal. Sin embargo, Galileo sabía que la estabilidad no lo conseguiría sólo mediante el equilibrio de fuerzas sino que era consciente de que una mesa, cuanto menos, necesita de tres patas para eetabilizarse. Es por ello por lo que le recomienda al escultor que alargara la cola del caballo hasta el pedestal mismo. De ese modo, apoya el peso de la escultura sobre un trípode aunque parezca estar apoyado solamente sobre dos patas. Observando la escultura por detrás descubrirán que dos mechones de la cola del caballo apoyan en el pedastal estabilizando todo el conjunto.

La escultura no se encuentra actualmente en su ubicación original, que era uno de los patios del desaparecido palacio del Buen Retiro. Al poco tiempo fue llevada al frontispicio del malogrado Alcázar de Madrid hasta que, en el año 1677 y durante el reinado de Carlos II, se decidió devolverlo a su localización original. Por aquel entonces gobernaba don Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV y la actriz La Calderona. Se hizo famosa, en aquellos tiempos de malas cosechas y hambre, una coplilla aparecida en la casa de la Panadería: “¿A qué vino el señor don Juan?: a bajar el caballo y subir el pan”.

Es la reina Isabel II quien decide colocarla en la Plaza de Oriente en el año 1843. El pedestal actual, del cual quizá hablaremos en otra ocasión, también data de esta época.

P.S: Me preguntan reiteradamente en las visitas guiadas si es verdad que se pueda saber por su estatua ecuestre cómo fue se produjo la muerte del jinete. Al parecer está extendido pensar que:

  • Si el caballo tiene dos patas en el aire, el jinete murió en combate.
  • Si el caballo tiene una de las patas frontales en el aire, el jinete murió de heridas recibidas en combate.
  • Si el caballo tiene las cuatro patas en el suelo, el jinete murió de causas naturales.

Es una de tantas leyendas urbanas que no se sostienen en hechos. Baste pensar que los reyes, por ejemplo, son normalmente quienes encargan sus esculturas para poder disfrutarlas en vida y, por lo tanto, no pueden predecir cómo será su muerte.

La Leyenda Negra en la conquista de América

Con nuestra visita guiada Bulos de la Leyenda Negra ha quedado constatado el interés que, ya era hora, suscita la leyenda española entre las víctimas de la misma: los propios españoles.

Es por eso que ampliamos la oferta de visitas guiadas para profundizar en tan importante asunto. Nuestra nueva visita Bulos de la Leyenda Negra. Parte II  se adentra en los aspectos de la Leyenda Negra que en los últimos años se están aireando desde ciertos ámbitos de la sociedad española para vituperar la actuación de España en América.

La visita comienza, como no, desde los Jardines del Descubrimiento junto a la Plaza de Colón. Allí explicaremos de dónde viene el movimiento indigenista, en qué ha derivado y qué se nos oculta sistemáticamente de las civilizaciones precolombinas. Intentaremos comprender lo que significó el Descubrimiento en la sociedad de la época y justificaremos que el 12 de Octubre de 1492 no es ninguna fecha de la que avergonzarnos sino, al contrario, la fecha de la llegada de la Civilización a América.

La visita girará en torno a tres personajes que protagonizaron la gesta del descubrimiento: Cristóbal Colón, Isabel I de Castilla y Hernán Cortés. Trataremos su participación en la gesta del descubrimiento, poblamiento y pacificación de América. Sin ocultar las sombras, que las hubo, de los primeros años tras el descubrimiento, pondremos el foco en las mucho más numerosas luces de la actuación de España. La tarea de incorporar América a la Historia universal supuso avance intelectual y humanístico sin igual que se materializaron en las Leyes de Indias y la inteligente estrategia de Hernán Cortés para someter al sanguinario Imperio Azteca.

Lo que supuso el Imperio español para el devenir mundial sólo puede comprenderse mediante la comparación con las colonias portuguesas, inglesas, holandesas o francesas. En este paseo tendremos también tiempo para analizar la actuación de esos países y descubrir que, lejos de ser el azote de los nativos, fuimos los únicos defensores de sus derechos.

Desde la América anglosajona se ha avivado también la hoguera de la Leyenda Negra. Con esta visita aprenderemos por qué, cómo y cuándo lo hicieron. Revisaremos hechos históricos como las guerras de independencia americana. Analizaremos quiénes motivan, apoyan y promocionan la segregación de la América española en pequeños estados desunidos que quebraron la paz que durante siglo procuraron los españoles y, para acabar, trataremos la figura de Simón Bolívar, vecino de esta villa al principio del siglo XIX, que se casó en el barrio de Chueca antes de convertirse en el «libertador» apoyado por la masonería.

En definitiva, durante dos horas hablaremos de América, lo que allí hicimos y el legado que dejamos. Intentaremos entender, y no descontextualizar, los hechos que protagonizamos como nación y cada uno sacará sus conclusiones. Todo esto lo haremos mientras disfrutamos de las calles de los Barrios de Salesas Reales y Chueca, de los más elegantes de la ciudad, y de Malasaña, sin duda el barrio más animado de Madrid en fin de semana. Si lo que aquí ha leído le interesa y desea contar con argumentos irrefutables para confrontar a quienes menosprecian la labor de España en América, cuente con nosotros.

Bulos de la Leyenda Negra

Panoramad presenta una nueva manera de mirar a nuestra historia en forma de visita guiada. Nuestro empeño de ofrecer siempre algo distinto nos ha llevado a elaborar una nueva visita con la que nos alejamos de los parámetros habituales. Durante aproximadamente dos horas nos adentraremos en el barrio de las letras y el Madrid de los Austrias con unos nuevos ojos.
Esta vez descubrimos en nuestra ciudad aquellos escenarios donde se forjó nuestra identidad. Con la perspectiva que da el paso de los siglos y con espíritu crítico y constructivo, hablaremos acerca de lo que en estos rincones pasó y cómo lo interpretaron quienes de España sólo querían aprovecharse.
Sin escatimar datos, hechos comprobados y comparaciones desapasionadas con las otras naciones en su época pondremos en contexto todo lo que se nos ha achacado como nación. Intentaremos comprender el origen de las críticas y el porqué de las mismas.
Sólo es posible llegar a la objetividad analizando la historia en su conjunto y contexto. Huiremos de desafortunados moralismos que tratan de enjuiciar hechos pasados con la mentalidad actual. Trataremos el equilibrio de fuerzas entre distintos imperios y la propaganda utilizada para minar al adversario y, cómo no, identificaremos a aquellos adversarios que tanto entonces, como ahora, se benefician de la leyenda negra para lograr sus objetivos.
Vivimos una época de continuo revisionismo histórico. Todos aceptamos que la Historia la escriben los ganadores y que éstos suelen justificar sus excesos mediante la demonización del enemigo abatido, pero pocas veces sabemos discernir qué de lo que hemos aprendido corresponde a la realidad y qué a la leyenda.
La aparente intangibilidad de hechos pasados lleva a la creación de lecturas alternativas de la historia y, en el caso español, así como existe la leyenda negra es obvio la creación de una leyenda áurea alternativa que no es el objetivo de esta visita. Con la máxima objetividad posible comprenderemos que se puede desenmascarar una mentira simplemente con la verdad objetiva, sin exageraciones.
Si desea salir de la monotonía con una interesante e instructiva visita guiada al aire libre, cuente con nosotros.

El Palacio Real de Madrid

Una de las visitas obligadas en Madrid es, sin duda, el Palacio Real. Antes de acercarse a disfrutar de su arquitectura, su historia, sus frescos o sus tapices es necesario tener en cuenta algunas cuestiones.

Es necesario recordar su horario, que no es siempre el mismo. En invierno, de octubre a marzo, abre de 10 a 18 h. En verano, de abril a septiembre, el horario es de 10 a 20 h.

Abre casi todos los días pero no todos. Los días de cierre son el 1 de Mayo y el 25 de diciembre y todos aquellos días que por eventos oficiales del monarca sea necesario el cierre. Hay que estar atentos a estos últimos porque se suelen avisar con poco tiempo de antelación .

También hay días del año en los que está abierto pero fuera del horario habitual. El 31 de diciembre estará cerrado a partir de las 15 h. y el 12 de Octubre (día nacional en España) abre de 17:30 a 22 h.

No siempre hay que pagar para acceder al Palacio. Todos los días hay entrada gratuita las últimas dos horas de apertura. Se suele formar, junto a la entrada, una cola para guardar el turno de entrada unas tres horas antes del cierre. El gran inconveniente es que en este horario hay, lógicamente, más turistas. Recuerda que sólo se dispensan entradas hasta una hora antes del cierre.

Las entradas se pueden comprar en taquillas del Palacio el mismo día o se pueden comprar por adelantado a través de su página web. En este segundo caso se elige por adelantado la hora a la que queremos acceder al Palacio. En la entrada del Palacio se organizan dos filas: una para los turistas que ya compraron entrada y otra para quienes quieren comprar tickets. No siempre comprar entradas por adelantado significa esperar menos tiempo en la cola. Suele suceder que la cola más larga, a primera hora, sea la de clientes con entradas ya comprada. Ténganlo en cuenta.

Si desean una visita guiada en el Palacio con un guía oficial pueden reservarlo aquí. Siempre es esta la mejor forma de conocer los detalles del Palacio. En este caso no hace falta dirigirse al acceso común para los turistas. Los guías oficiales tienen una acceso exclusivo para sus clientes o grupos donde siempre se pueden comprar la entradas en el acto.

Si lo que desea es visitar el Palacio Real sin grandes aglomeraciones la mejor hora para empezar la visita es dos horas antes de que la entrada sea gratuita. A partir de esa hora, se asegura menos turistas en los salones de palacio pues muchos esperan a que la entrada sea gratuita y entrarán más tarde.

Otro motivo para visitar el Palacio es para asistir a su cambio de guardia. En las naciones de Europa que cuentan con monarquía suele ser una atracción turística diaria. Sin embargo, el cambio de guardia en Madrid no es diario. Los reyes ya no viven en este palacio sino en el Palacio de la Zarzuela, lejos del casco histórico, y este cambio de guardia no es real sino una representación del último cambio de guardia que se dio en Palacio en los años 30. Sólo los miércoles y los sábados hay cambio de guardia en Madrid. La encontrará en la Puerta del Príncipe, en la fachada de la Plaza de Oriente.

Mucho más espectaculares y recomendables es el relevo solemne de la guardia real el primer miércoles de cada mes en la Plaza de la Armería, frente a la entrada principal del Palacio. El evento dura 50 minutos y desfilan los alabarderos, lanceros, militares… y todo amenizado por un concierto de la Unidad de Música en la Calle Bailén. La asistencia al cambio de guardia y al relevo solemne es gratuita.

¿Aún le quedan dudas acerca de la visita al Palacio Real? Entonces escríbanos a info@panoramad.com y le ayudaremos con gusto.

Excursión a Toledo

Muchos visitantes nos preguntan, estando en Madrid, si merece la pena hacer una excursión a Toledo y cuál es la mejor manera de llegar allí. Nosotros siempre contestamos lo mismo, Toledo es una ciudad fascinante, no en vano es desde 1986 Patrimonio de la Humanidad, y la cercanía de Madrid permite una conexión inmejorable.

Qué ver en Toledo en un día de excursión.

La mezcla de culturas que se dio en Toledo ha cristalizado en forma de bellos edificios, plazas y rincones. Romanos, visigodos y musulmanes han dominado la ciudad. Judíos, musulmanes y cristianos poblaron la ciudad en la edad media por lo que Toledo es conocida como la ciudad de la tres culturas. Aún en la actualidad, no muy lejos de la impresionante Catedral Primada, se pueden encontrar mezquitas como la del Cristo de la Luz, sinagogas como la del Tránsito o Santa María la Blanca o un extenso ramillete de iglesias de entre las que destacamos la Iglesia de Santo Tomé por exponerse ahí el Entierro del señor de Orgaz, el más famoso cuadro de Doménikos Teotokópulos El Greco, a la sazón vecino de ese barrio de la ciudad. El Greco fue el artista que más se ha identificado con la ciudad y su huella perdura en el Museo del Greco, recreación de lo que pudo ser, en el siglo XVI la vivienda del insigne griego. A nuestro entender el edificio más bello del estilo Reyes Católicos jamás construido se encuentra en Toledo, el Monasterio de San Juan de los Reyes donde, aparte de su bello claustro, destaca la iglesia que podría haber sido el panteón de los Reyes Católicos de no haber decidido descansar en la bella ciudad de Granada.

Transporte hacia Toledo desde Madrid

En coche se puede llegar a Toledo desde Madrid por la A-42 en una hora aproximadamente. Un poco más se tarda en llegar a la ciudad en un autobús de ALSA desde la Plaza Elíptica.

Sin embargo, ninguna de estas dos opciones se puede comparar, en la actualidad, a la rapidez y comodidad de llegar a Toledo en Tren de Alta Velocidad (AVE). Desde la estación de Atocha llegará a la bella estación de Toledo en unos 35 minutos. Otra ventaja que ofrece el AVE es contar con asiento asignado y una buena frecuencia de trenes lo que no evita a veces, debido a la alta demanda, que sea aconsejable comprar los billetes por adelantado. Nuestra recomendación es comprar a la vez la ida y la vuelta y no dejar esta última abierta a última hora pues es posible que los trenes de vuelta estén completos el mismo día del viaje.

Horarios de ida de Madrid a Toledo: 09:20 h., 10:20 h., 11:20 h. y 12:20 h.
Horario de vuelta de Toledo a Madrid: 16:20 h., 17:20 h., 18:20 h., 19:20 h. y 20:30 h.

Una buena manera de ahorrar dinero en la visita a Toledo es contratar la Toledo Card que ofrece, además de los billetes de ida y vuelta en AVE, entradas a atracciones y una visita panorámica y fotográfica alrededor de la ciudad en autobús. La posibilidad de apreciar la ciudad de Toledo con perspectiva desde los cigarrales es toda una delicia.  Las atracciones que compone el paquete de esta tarjeta son la Catedral Primada, La sinagoga de Santa María la Blanca, la iglesia de Santo Tomé y el Monasterio de San Juan de los Reyes. Desde el punto de vista del ahorro es muy atractiva pues todo lo ofrecido, por separado, excede con creces el precio de la tarjeta. Pero las ventajas van más allá del precio, quienes con esta tarjeta visiten la catedral no tienen que hacer cola a la entrada.

Visitar Toledo desde Madrid es una experiencia imborrable al alcance de cualquier bolsillo. Es factible la visita relajada a la ciudad por cuenta propia. Si, de otra manera, desean una visita a la ciudad de Toledo con nosotros, podemos encargarnos del transporte y de las reservas en los lugares a visitar así como, eventualmente, de su paquete de Toledo Card. Nos adentraremos en el corazón de la ciudad y, además de explicarles sus principales atracciones, nos dejaremos embrujar por sus estrechas calles y los embriagadores olores de sus mazapanes disfrutando de sus animadas tiendas de artes medievales repletas de espadas y damasquinados. Contáctenos y díganos cuándo y a qué hora.