Discurso Besteiro y Casado 5/3/1939. Fuente: el confidencial

Guerra Civil. La caída de Madrid

El 28 de Marzo de 1939 se dio final al sitio que sufrió la capital desde noviembre del 36. Acababa así el sitio de Madrid, el más largo de toda la guerra.

Durante toda la guerra civil la ciudad pasó por distintas situaciones y vicisitudes. El único rasgo persistente fue el dolor y el sufrimiento que fue variando de intensidad y de “acera política” según se fue desarrollando la contienda.

La noticia del alzamiento del General Mola y de Francisco Franco, entre otros, el 17 de Julio de 1936 fue recibida en Madrid con cierta desafección. La ciudad estaba de veraneo y permanecía ajena a lo que el día 18 de Julio publicaban los periódicos. Pero todo cambió ese día 18 cuando se produjo la entrega de armas a la población civil a través de las organizaciones sindicales, políticas, ateneos, etc. del Frente Popular. La vida no volverá a ser como la de antes y los llamamientos por radio de La Pasionaria encendían los sentimientos antifascistas llamando a la defensa de la República con su lema “No pasarán”.

La toma del Cuartel de la Montaña, alzado por el General Fanjul el día 20 de Julio, significó el fracaso del alzamiento nacional en Madrid y, junto con el fracaso del General Goded en Barcelona, supuso el definitivo abandono del plan inicial de los sublevados de alcanzar un cambio de gobierno rápido y poco cruento. Este éxito republicano en la capital se vendió propagandísticamente como un nuevo 2 de mayo donde el pueblo de Madrid paró los pies al invasor.

Los días posteriores fueron fatales para los “desafectos” a la República. Las milicias armadas de los partidos del Frente Popular, junto a los excarcelados tras el alzamiento (muchos de ellos participantes del golpe de Estado del 34) se constituyeron en los mimbres del Frente Popular para acabar con todos aquellos que mostraran inclinaciones católicas, monárquicas o “facciosas”. Se asesinó al 30% de los guardias de la policía municipal y se organizó la seguridad en torna a unas Chekas, creadas ex profeso y centralizadas bajo la dirección del masón Manuel Muñoz Martínez, director general de Seguridad. Se crearon 345 chekas en la capital, 4 por km2, y destacaron sobre todas ellas la de Bellas Artes (luego de Fomento) y la de la DGS en la Casa de Correos de la Puerta del Sol. El resultado de esta primera represión de retaguardia, de Agosto a Octubre de 1936, se cuantifica en 1823 asesinados por “paseíllos”, a un ritmo de unos 25 asesinados al día.

El 6 de noviembre de 1936 las cuatro columnas atacantes de ejército sublevado, las de CastejónAsensioBarrónTella ya se encuentran a apenas 7 km. de la Puerta del Sol. Ya había liberado el general Varela el alcázar de Toledo y la moral de los sublevados estaba en un punto álgido. Además, el gobierno republicano decide abandonar la ciudad y dirigirse a Valencia. Al general republicano José Miaja se le nombra jefe de la Junta General de Defensa de Madrid y se le ordena resistir a toda costa para que los sublevados no tomaran la capital. Con el gobierno republicano exiliado y la ciudad prácticamente asediada, la represión de retaguardia se intensifica contra los llamados “quintacolumnistas”, supuestos agentes de apoyo de los sublevados en la capital. Se planifica, ya de manera soviética, las grandes matanzas de presos sin juicio previo ni control alguno. Santiago Carrillo, al frente de la Consejería de orden público, no hizo nada por evitar las matanzas de miles de personas en Paracuellos y Torrejón. Antes de todo eso, a finales de Octubre de 1936, ya se había producido la matanza en el cementerio de Aravaca, en la que fueron asesinados, entre otros, Ramiro de Maestu y Ramiro Ledesma.

El asalto del ejército de Varela a Madrid se decide el 8 de noviembre de 1936 y no resulta como fue planeado. Tras varias maniobras de despiste en el entorno del Puente de Toledo, las órdenes secretas del ataque verdadero caen en manos republicanas cuando un tanquista sublevado cae en manos enemigas. Los republicanos llevaban días protegiendo la zona del Puente y la calle de Toledo pues creían que por ahí vendría la ofensiva. Pero los sublevados decidieron atacar definitivamente en otra zona, más al oeste. La maniobra nacional de distracción no funcionó y se establece la batalla más cruenta de las vividas en la capital en la zona de la Casa de Campo, el río Manzanares y la Ciudad Universitaria. Se luchaba por cada edificio de la Ciudad Universitaria y el hospital Clínico se convierte en el epicentro de una lucha donde ambos ejércitos pelean hasta la extenuación. La muerte de Buenaventura Durruti el 20 de noviembre y la desmoralización de los anarquistas llevaron a que los nacionales ocuparan el disputado edificio. El mando nacional, con Mola, Franco y Varela al frente decide el día 23 un cambio de estrategia abandonando el ataque frontal y ordenando la estabilización de un frente de ataque que quedó fijo hasta el final mismo del asedio. Comenzaba así la guerra de desgaste.

A partir de finales de noviembre de 1936 se empiezan a hacer habituales los ataques de artillería desde el Cerro Garabitas, ocupado por los nacionales durante esta ofensiva, y los bombardeos de la aviación alemana e italiana que apoyaban a los sublevados. Estos bombardeos, y las víctimas civiles que causaban, provocaron asaltos a cárceles, como la de Guadalajara, donde fueron asesinados todos los presos y, si no fuera por la mediación de Don Melchor Rodríguez, anarquista apodado el Ángel Rojo, muchos más hubieran sido asesinados en la cárcel de Alcalá de Henares.

Desde ese noviembre de 1936 hasta marzo de 1937, la batalla de Madrid ya no tendrá lugar como tal en la misma ciudad sino en los alrededores. Los sublevados intentan aislarla por el noroeste, en las tres batallas de la carretera de la Coruña, y por el este, en la batalla del Jarama. Todos esos intentos resultan infructuosos y los republicanos repelen todos los ataques. El ejército de Franco decide concentrarse en el norte de la península que aún permanecía leal a la República y reserva para Madrid las tropas necesarias para mantener el asedio.

Ya desde Abril de 1937 se puede hablar de un largo asedio de la ciudad que no cesa ni un solo instante. Sólo en julio de ese año se produjo una nueva batalla, la de Brunete, con la que los republicanos intentaban ganar tiempo en el frente norte rodeando a las tropas nacionales apostadas junto a la ciudad. El plan republicano no salió según lo planeado, pues ni consiguieron debilitar la presencia nacional en el frente norte ni en el asedio de Madrid.

Cuando el frente norte cae en manos del ejército nacional en octubre del 37, siguen siendo frecuentes los bombardeos en Madrid. Pese a esporádicos ataques republicanos intentando recuperar el Cerro Garabitas, la norma general es el sometimiento de Madrid a la artillería nacional. El hambre ya era generalizado, los refugiados se amontonaban en los soportales de la plaza mayor protegidos por sacos terreros, se acababa el carbón y las cartillas y boletos de racionamiento ya no dispensaban ni lo mínimo que, se supone, garantizaba a la población sitiada. En este momento Franco pretende hacer un ataque definitivo aculando más tropas cerca de la capital pero los republicanos pretenden distraer este ataque con otro, en Teruel. Al concentrarse de nuevo las hostilidades en otro frente lejano a la capital, la ciudad sigue languideciendo bajo las bombas en un periodo en el que la hambrienta población sólo puede recurrir al mercado negro para abastecerse de lo mínimo.

Ya a comienzos de 1939 la moral de las tropas defensoras de la ciudad estaba por los suelos debido al devenir de la guerra y al escaso racionamiento que llevaba meses minando su resistencia. Una vez cae Cataluña, ya es evidente que la República tenía la guerra perdida y en la defensa se advierte absurda la política defendida por Negrín y los comunistas de alargar la guerra lo máximo posible. En su fuero interno albergaban la idea de que se produjera la posterior guerra mundial que les permitiera la llegada de refuerzos “antifascistas”.

Este descontento se personifica en Segismundo Casado, en ese momento comandante del Ejército del Centro republicano, ferviente anticomunista que denunció con insistencia la influencia comunista en el ejército. Ya tras la Batalla del Ebro se había acercado a miembros de la quinta columna franquista de Madrid para establecer los primeros contactos para la obtención de una «paz honrosa» con Franco.

La conspiración de Casado contra el gobierno de Negrín se materializó en un golpe de estado entre el 5 y el 6 de marzo de 1939. Con él se sublevaron otros militares como el general José Miaja, que poco tiempo antes era partidario de la defensa a ultranza, o el anarquista Cipriano Mera. En el golpe también participaron políticos como Julián Besteiro (cabeza visible de la sección «antinegrinista» del PSOE) así como anarquistas y republicanos no comunistas.

Esta sublevación prosperó en Madrid, y en la zona centro-sur, pero no fue un camino de rosas. El golpe de Casado movió a la reacción a las tropas fieles a los mandos comunistas en Madrid, capitaneado por Luis Barceló Jover. La ciudad se convirtió en escenario de otra nueva guerra civil republicana dentro de la guerra civil. Los combates entre los dos bandos se extendieron por la ciudad durante el 6 y 8 de marzo. Sólo la llegada de refuerzos casadistas al mando, entre otros, de Cipriano Mera, inclina la balanza y Luis Barceló fue fusilado el 15 de marzo acabándose así con toda disensión comunista.

Los agentes del Generalísimo le habían hecho llegar a Casado vagas promesas de una paz honrosa y negociada, pero Franco no admitía negociación alguna sino una rendición incondicional. Aun así, el 19 de marzo Franco aceptó recibir a los enviados republicanos de Casado y éste envió el día 23 al teniente coronel Garijo y el comandante Ortega a Burgos. Su objetivo era que, si el ejército sublevado no aceptaba sus condiciones de paz, por lo menos garantizara la ausencia de represalias.

Pero Franco no estaba por la labor. Desde que Gran Bretaña y Francia habían reconocido su régimen y, tras su aplastante victoria en Cataluña, se habían reducido las posibilidades del bando republicano para exigir nada. De hecho, ya el 8 de febrero de 1939 el «Generalísimo» había dictado en Burgos la Ley de Responsabilidades Políticas. En ella se condenaba de antemano, y de modo retroactivo, a quien hubiera apoyado activamente la Segunda República Española desde el 1 de octubre de 1934 como civil o como militar. Esta ley le daba a Franco un poder absoluto y discrecional y no quería caer en errores pasados de compromiso entre militares de última hora, al estilo del abrazo de Vergara, que diera legitimación a los republicanos para formar oposición a su autoridad absoluta como nuevo “Caudillo”.

La rendición de Madrid se produjo el 28 de marzo de 1939 cuando a la ofensiva final no se le opuso resistencia alguna en Madrid. Al coronel Casado, y al resto de miembros del Consejo Nacional de Defensa, se les permitió escapar camino al puerto de Gandía donde les esperaba un buque inglés que les llevaría al exilio. Julián Besteiro, por el contrario, decidió quedarse en Madrid, nombrando al anarquista Melchor Rodríguez alcalde de Madrid para rendir la ciudad sin altercados. Ambos, Besteiro y Rodríguez fueron sometidos a consejos de guerra y condenados, a cadena perpetua el primero y a 20 años de prisión el segundo. Besteiro murió en 1940 en una cárcel de Carmona y el Ángel Rojo, abandonó la cárcel en 1944 y falleció en 1972 donde tanto anarquistas como falangistas monárquicos acudieron a su funeral a mostrarle su respeto. Valga este escrito para agradecer a ambos lo hecho por el sentido común y la concordia en esos momentos convulsos en España.

Beatriz Galindo La Latina. Fuente: www.tuotrodiario.com

Beatriz Galindo, la Latina

No pretendo aquí escribir una biografía de Doña Beatriz Galindo, sino recordar lo que esta erudita hizo por la ciudad de Madrid. Ella ha sido una de las figuras más importantes en la historia de la ciudad y se le ha reconocido, en la actualidad, dando nombre a uno de los barrios más castizos del Madrid antiguo, a todo un distrito de la capital así como a institutos y colegios de la ciudad y provincia.De ese modo, pasaremos someramente por la primera mitad de su vida, la que la vincula menos con la ciudad, y nos centraremos más en la parte de su vida en la que une sus destinos con la que después sería capital de España.

Doña Beatriz Galindo nació en 1465 en Salamanca. Provenía de una familia zamorana, hidalga pero no muy adinerada, que sin embargo procuró a su hija una muy buena educación. Pronto destacó como una alumna aventajada y asombró su dominio del latín, en aquél entonces ya sólo reservado para los muy eruditos. Ya a los 16 años fascinó con el dominio de esa lengua al mismo claustro de la Universidad salmantina.

Una mujer dedicada a la lectura, al estudio y al latín en el siglo XV, parecía predestinada a la vida conventual. Pero su fama evitó que ingresara en ningún convento pues sus grandes dotes con el latín llegaron a oídos de la reina Isabel I de Castilla que ordenó una entrevista con ella. Fue llevada a la Corte para que la enseñara latín. La reina Isabel siempre pensó que su educación no fue la adecuada pues el que recibió la educación de un príncipe fue su hermano Enrique. Sus enseñanzas de layín no se linitaron a la reina sino también a sus hijas y a otras damas de la Corte.

Allí en la Corte entabló amistad con la Reina, con la que departía a menudo. A la vez que procuraba la mejor educación a las hijas de ésta: Isabel y María, futuras reinas de Portugal, Juana, futura reina de Castilla y Catalina, futura reina de Inglaterra, fue forjando una relación de mutua admiración y respeto con la Reina de Castilla.

Aunque no se ha destacado lo suficiente, el poder de las mujeres en esta corte de Castilla fue fundamental para fomentar el proyecto humanista y alcanzar cambios sociales que transformarían los antiguos usos y costumbres en una nueva sociedad más humanista, como el Renacimiento promovía.

Al tener la mujer de aquel entonces vetado el campo de la política, fueron la instrucción, la cultura, el mecenazgo artístico y religioso los ámbitos de actuación de estas mujeres de la Corte isabelina. Por desgracia, la producción literaria de La Latina se he perdido casi totalmente.

Como muestra de su afecto, la Reina Isabel decidió su boda con Francisco Ramírez de Madrid, conocido como el Artillero. Él era viudo y veinte años mayor que La Latina pero, lo más importante, formaba parte del núcleo de mayor confianza de los Reyes Católicos. De esta manera, la reina unía a dos de sus más fieles apoyos. Francisco ya le era fiel desde su lucha por acceder al trono castellano.

Beatriz recibió 500.000 maravedíes como regalo de boda de la reina Isabel, (1.000.000 maravedíes costó años después la empresa de Magallanes y Elcano). A pesar de haberla casado, Isabel no tenía intención de prescindir de su amiga en la Corte y allí permaneció la mayor parte del tiempo. En algunas ocasiones debía ausentarse de la Corte para residir en Madrid, ya que su marido era regidor de la villa por orden de la Reina y, en su ausencia, debía ocuparse de sus intereses en el Concejo.

Fue en ese momento cuando el Artillero y la Latina decidieron construir un hospital en esta ciudad. A ese menester se dedicaba Beatriz cuando acaeció la muerte de su marido en 1501, en una revuelta mudéjar en las Alpujarras. Tras enviudar, Beatriz Galindo abandonó sus obligaciones cortesanas para establecerse en Madrid con su familia y dedicarse a consolidar su buena situación económica, que emanaba de su proximidad con la Reina y no de ningún alto linaje. Una mujer en sus circunstancias, viuda y con hijos pequeños, tenía que dedicarse a administrar los bienes y asegurarse cierta bonanza económica.

El primogénito de Beatriz fue apadrinado por Fernando el Católico, al que pusieron su nombre, y fue paje del príncipe Juan. Su segundo hijo se llamó Onofre por ser el artillero devoto de este santo que, según él, le había salvado varias veces la vida. Sabemos que también tuvo varias hijas. Beatriz consiguió crear dos mayorazgos, en Bornos y en Rivas, para sus dos hijos (1504), que eran niños cuando murió su padre y de los que ella era tutora. No se volvió a casar para no perder la tutela de sus hijos y luchó con denuedo por que su hijo Fernando heredara el título de regidor de la Villa, lo que le aseguraría ingresos y reconocimiento en la ciudad.

Su condición de viuda le retiró de la vida pública y fue en ese momento cuando vivió la vida apartada que sus padres habían pensado para ella. Una vez fundado el hospital se instaló a vivir allí con sus hijas y otras allegadas, pues era mejor eso que someterse a normas conventuales. De ese modo también vigilaba su correcto funcionamiento. Entonces, los hospitales no eran meros centros sanitarios, ofrecían también una labor asistencial.

Según las instrucciones de fundación del hospital, se trataría allí a personas necesitadas, presos, pobres vergonzantes, caminantes y, sobre todo, a mujeres, niños y a huérfanas a las que se prepararía para el matrimonio. Del Hospital de la Latina no se salía sólo curado o bien nutrido, sino que no se abandonaba hasta que no consiguieran que uno se pudiera ganar la vida honradamente. No contenta con esto, consiguió que todos los que murieran en este lugar gozaran de indulgencia plenaria.

Fue este hospital, que se conocía con el sobrenombre de su fundadora, el motivo por el que llamamos de La Latina al barrio en el que se asentaba. Del edificio no queda nada más que una portada de estilo isabelino, en honor de la Reina Católica, trasladada en tiempos recientes a la Escuela de Arquitectura de Madrid.

Su nueva vida piadosa le llevó a iniciar otras dos fundaciones, gracias a los bienes inmuebles y a las rentas heredadas de su marido. Así, aunque apartada de la Corte, colaboró en la política religiosa de la Reina Católica que estaba orientada a la reforma del clero regular. La recién creada Orden Concepcionista era la preferida por Isabel I y por las mujeres de su entorno.

En unas casas heredadas de su marido, no muy lejos de su hospital, ordenó la construcción de un convento, bajo la advocación de la Concepción, de religiosas jerónimas. Para tal menester la reina le entregó 100.000 maravedíes. Esto derivó en un problema con los franciscanos que en esa zona de la ciudad contaban con mucha influencia por la presencia de su convento, pues no toleraban en las inmediaciones otras monjas que no fueran franciscanas. Por las presiones ejercidas por los franciscanos en el concejo, Beatriz tuvo que llevar a estas monjas a unas casas de su propiedad en el barrio de la Santa Cruz en 1511.

Este contratiempo disgustó a La Latina que no concebía el convento tan alejado de su hospital. Es por eso que en 1512, en las casas que antes ocuparon las monjas jerónimas, fundó otro convento de advocación concepcionista pero, esta vez, con monjas franciscanas. El convento se llamó de la Concepción Francisca.

La creación de conventos estaba dentro de la línea política de la ya fallecida Isabel I que impulsaba el Cardenal Cisneros. Con estos nuevos conventos se pretendía acabar con los beaterios, comunidades femeninas no sometidas a ninguna regla ni a la jerarquía eclesiástica, que se habían multiplicado en las ciudades. La regla concepcionista tenía una mayor semejanza con las formas de vida de las beatas y muchas de ellas acabaron integrándose en estos conventos. Con la fundación de este último convento de la Concepción Francisca se solucionaban varios problemas del Concejo madrileño: se reformó la vida religiosa, se contentaba a los franciscanos  y se dotaba a la villa de un nuevo convento femenino. En este nuevo convento también se hizo preparar la Latina estancias donde poder residir.

Beatriz Galindo residió hasta su muerte en la Villa de Madrid, alternando su estancia en sus tres fundaciones: el hospital y los dos conventos concepcionistas. No obstante, sentía predilección por el convento de la Concepción Jerónima. Prueba de ello fue la decisión de albergar allí el enterramiento de su marido (y el suyo una vez fallecida) y a él legó sus libros de latín.

Beatriz Galindo, aunque no tuvo una base legal para intervenir en la política municipal madrileña, arbitró los medios oportunos para conseguir lo que le convenía en esta villa. Se encargó de que el Concejo de Madrid mejorara el barrio de sus fundaciones: hizo trasladar un muladar que había próximo al hospital y clausurar un cementerio mudéjar que había en las cercanías.

Murió con 70 años, después de que sus dos hijos varones ya hubieran fallecido. En su testamento, Beatriz les perdonó a sus familias todas las deudas que en vida habían contraído con ella. Entregó los mayorazgos de los que disfrutaron sus hijos a sus nietos, entregó una muy buena dote a su nieta primogénita, y procuró los bienes necesarios a sus instituciones para proseguir con su labor religiosa y humanitaria. Las únicas que se quejaron del reparto fueron sus nueras que la acusaron de procurar mayor bonanza económica a sus fundaciones que a la familia de sus propios hijos.

Quiso ser enterrada en la Concepción Jerónima, convento ya desaparecido, pero no con ostentación sino como el resto de religiosas, en el coro bajo del convento. Parece ser que fue una decisión de última hora pues ordenó para su marido y para ella misma dos enterramientos a Diego de Siloé que ahora se encuentran en el monasterio que tienen estas religiosas en Alcobendas. En el Museo de San Isidro de Madrid se pueden contemplar otros dos sepulcros que tampoco fueron ocupados.

 

Entierro de la sardina-hostaloriente.es

Carnaval en Madrid

La palabra Carnaval viene del italiano “Carne Vale”: Adiós a la carne. Estas fiestas se denominaban antes en España “carnal”, “carnes tolendas” (retirar la carne) o “antruejos” (del latín entroitum, entrar en Cuaresma).

El Carnaval es una fiesta cristiana. Sin Cuaresma no existiría el Carnaval. Lo cual no quiere decir que no se tomaran costumbres paganas previas.

El Carnaval comienza el jueves lardero y termina 5 días después, el martes previo al miércoles de ceniza. Los días más importantes del carnaval son el domingo, lunes y martes anteriores a ese miércoles de ceniza, que es el primero de la Cuaresma, 40 días antes del Domingo de Resurrección.

Constantino el Grande dispuso en el Concilio de Nicea 325 d.C cuándo es la Semana Santa. El domingo de Pascua es el siguiente a la primera luna llena después del equinoccio de primavera.

La cuaresma es un período de 6 semanas antes de la Pascua. Con la semana de Pascua hace 7 semanas de penitencia de ausencia de carne.

El origen del Carnaval es controvertido. Se han encontrado fiestas parecidas en las primeras zonas de la Humanidad relacionadas con la Agricultura. En el Renacimiento se pensó que venía de Roma. Conocemos que en Roma se celebraban las fiestas saturnales romanas donde se producía una inversión de valores y los esclavos aprovechaban para adoptar el modus vivendi de sus señores.

Las Características del carnaval son la inversión y el desfreno. La Inversión permite tomar un rol que no nos corresponde, aunque sea por unos días. Los hombres se vestían de mujeres y las mujeres de hombre. Estaba perseguido por la iglesia (6º mandamiento). La característica fundamental de esta fiesta es su carácter de inversión de valores, es una transgresión. El Desenfreno carnavalesco se asocia a su carácter de previa antes de las restricciones de Cuaresma: «Hoy comamos y bebamos, cantemos y holguemos que mañana ayunaremos».

Historia del carnaval madrileño: En Madrid se celebra oficialmente desde el siglo XVII.

Aunque se sabe que finales del s.XVI había mascaradas pero no eran por la celebración del Carnaval en sí sino ante eventos de la Corte como la llegada de una reina, bautizos de infantes o juramentos de príncipes de Asturias. Aquí en Madrid siempre hubo una parte popular y una parte cortesana.

El comienzo y el auge real del Carnaval en Madrid en el s.XVII. Felipe IV fue un enamorado de esta fiesta.

En ese siglo el madrileño no era consciente de la decadencia de la nación. Se procuraba que el pueblo se divirtiera y se potenciaron las fiestas populares, una de las más queridas eran las carnes tolendas.

Felipe IV y el Conde Duque de Olivares eran asiduos al carnaval. Sobre todo a las máscaras de animales combinados con disfraces como cencerros, cinchas, sillas, etc.

Los alcaldes de casa y corte, que eran los que tenían que mantener el orden, se las veían y deseaban para cumplir con su cometido pues el descontrol era tan general que costaba hacerse respetar.

Hubo períodos en los que el Carnaval se prohibió. Que se autorizara o no el carnaval dependía de la personalidad del que regía. Así, en el siglo XVIII. Felipe V prohibió las máscaras y el carnaval por disposiciones de 1716, 1717, 1719 y 1745, que mantuvo Fernando VI. Carlos III lo autorizó en 1766 y Carlos IV lo prohibió en 1795.

En el siglo XIX, José Bonaparte lo permitió en 1809 y Fernando VII volvió a prohibirlo en 1815. Permitido durante el periodo liberal de 1820-1823, lo prohibió de nuevo hasta que, a ruegos de la nueva reina, María Cristina, lo autorizó en 1831

El lienzo de Goya “El Entierro de la sardina” (1812-19) es la imagen icónica del carnaval de Madrid. La gente baile y bebe en las orillas del Manzanares alrededor de un estandarte con el dios Momo que sonríe sarcásticamente y con sorna. El cuadro está en la Real Academia de BB.AA. de San Fernando.

También José Gutiérrez Solana, ya en el siglo XX, pinta el Carnaval como lo hizo su maestro Goya.

El declive del Carnaval en el siglo XX llega con la dictadura de Primo de Rivera, que prohibió las máscaras en la calle pero las permitió en clubes como la Asociación de la Prensa y el Círculo de Bellas Artes. Es este tiempo cuando se plasma más que nunca la diferencia entre el carnaval popular, inexistente, y el reservado para las clases altas.

El Carnaval vuelve a celebrarse con la segunda república y en 1936 todavía se celebra el Carnaval, pero se suspende hasta después de la muerte de Francisco Franco. En 1980, Enrique Tierno Galván lo vuelve a celebrar. Ese año se permitió el disfraz pero aún no la máscara.

Personajes del Carnaval

Pugna de don Carnal y doña Cuaresma de Caro Baroja. Gordo vividor frente a la delgada vieja vegetariana que sólo comía verdura y bacalao (tenía 7 piernas, que se iban cortando cuando pasaba cada semana de las 7 de cuaresma)

La Destrozona: mujer fea que escenifica la arbitrariedad del Carnaval con su risa desbocada.

El Enmascarado: Las máscaras venían de Italia y de difunden por Europa entre el siglo XV y XVI. En Madrid destaca el baile de máscaras en el CBA y su excelente colección de carteles que data de 1892.

Mofas, sátiras y burlas del Carnaval:

La Gatada: Lo comenta Calderón de la Barca. Se colgaba un gato de una garrucha y, para malhumorarle, se le daba un golpe en la entrepierna. En ese estado, se le hacía bajar para que con su furia agarrase al que pasara y luego se tiraba hacia arriba del gato y lo que hubiera agarrado.

El Manteo del pelele: podía ser un muñeco o una persona real.

Correr gallos: Lo comentan Quevedo y Góngora. Se colgaba una cuerda de una zona a otra de la calle, por ejemplo de los balcones, de la que colgaban a un gallo por la patas. Al participante se le daba una espada y se le vendaban los ojos. Si le cortaba el pescuezo se quedaba con el gallo, si no, se le penalizaba con multa. Otra versión es enterrar al gallo sólo con la cabeza fuera. También había una variante que es correr detrás del gallo hasta que se cansase y prenderlo para cortarle la cabeza.

El tropezón: Otra broma era colocar una cuerda tensa de lado a lado de la calle para que la gente se tropezase y diera con sus huesos en el suelo.

El sombrero perdido: También se podía colocar una cuerda tensa a más altura para que los caballeros perdieran el sombrero.

Partir la vieja: El miércoles de ceniza se hacía un muñeco de algún elemento liviano que se colocaba en la plaza del pueblo. Se llevaba allí después del miércoles de ceniza. Ese muñeco era una vieja fea que portaba un bacalao y verduras en las manos. Tenía 7 piernas y se le cortaba una pierna cada semana de cuaresma que pasara. El domingo de Resurrección se le cortaba la cabeza.

El tribunal: Se simulaba un juicio. Había una mesa para el juez y un estrado con estera para los testigos. Cuando el testigo se subía, le tiraban de la estera para que se cayera.

El Carnaval madrileño en la actualidad concentra la atención en los pregones y pregomeros del Carnaval al principio de la fiesta. Lo más vistoso suele ser el desfile con su cabalgata. En los últimos años lo más reconocido de la cabalgata es el ingenio, el humor y calidad escenográfica.

Todavía se celebra el tradicional baile de máscaras en el Círculo de Bellas Artes pero, seguramente, el elemento más autóctono de nuestro Carnaval sea el entierro de la sardina para dar finalización a las fiestas el miércoles de ceniza. Este entierro de la sardina es lo único que ha aportado Madrid al ritual del Carnaval que se celebra por toda España.

La tradición popular cuenta que en tiempos de Carlos III llegó una partida de pescado podrido a la ciudad y que hubo que enterrarlo junto al Manzanares. No hay constancias de tal hecho pero sí se sabe que lo que verdaderamente se enterraba con anterioridad no era una sardina sino un cerdo abierto en canal (como una sardina), otros lo llaman la cerdina. La confusión en el lenguaje ha llevado a la actual denominación.

Se recuperó el entierro de la sardina por la Alegre cofradía del entierro ya en 1952, aunque no se celebrara el resto de Carnaval. Los cofrades del entierro de la sardina llevan una chistera y una capa de la que penden tantas reproducciones de sardinas de plata como número de participaciones del cofrade en el entierro. Como van muy tristes se paran en las tascas que encuentran a su paso.

En un principio, enterraban la sardina en la pradera del Corregidor, próxima a la fuente de la teja. Desde el 1981 se institucionalizó que el sepelio concluyera en la fuente de los pajaritos de la Casa de Campo.

Madrid y el reino armenio de Cilicia

Madrid, capital de dos reinos

Madrid parece ser la única ciudad que ha sido capital de dos reinos distintos: Cilicia en el s.XIV y España desde 1561.

Se dice que al español no le gusta aparentar ni presumir sobremanera. No sé si puede aplicar a cualquier español pero sí que está claro que se le puede aplicar, al menos, a la capital de España. Madrid es la ciudad que menos se promociona o vende sus logros. Para muestra este botón. Si preguntáramos por Madrid quién conoce de la siguiente historia, veríamos que pocos han oído hablar de ella. El desconocimiento generalizado de este hecho es el mejor ejemplo de lo abandonado que tenemos nuestra historia o, mejor dicho, de cuánto desconocemos de nosotros mismos.

Y no deja de ser sorprendente que, la capital de un reino que nunca la tuvo, no contenta con serlo, fuera anteriormente la capital de otro reino remoto y no lo proclame a los cuatro vientos. Si esto hubiera sucedido en cualquier capital europea, tendríamos libros, óperas, obras de teatro, películas y hasta series. Sin embargo, en España es tan habitual rechazar nuestra historia por estúpidos complejos, que ni los propios madrileños saben de lo que aquí se va a hablar.

En los reinos medievales se consideraba capital a la ciudad donde residía la Corte. Castilla no tenía una capital fija, la Corte era nómada como consecuencia de la guerra contra los musulmanes y las luchas internas de poder.

La itinerancia cortesana tiene varias razones de ser. La razón práctica era de índole económica, pues las dificultades de aprovisionamiento obligaban a las Cortes, llevados por la necesidad de abastecerse, a protagonizar continuos desplazamientos. La razón lógica, en cambio, era que la itinerancia permitía que el rey se hiciera presente en cualquier confín de su reino, con lo que esto implicaba. Así el poder del rey se hacía visible y eso era fundamental en una sociedad feudal donde el poder del soberano no podía ser ensombrecido por noble alguno.

Castilla permaneció sin una corte estable durante todo el medievo y, ya en el siglo XVI, Carlos I quiso continuar con una corte itinerante que le permitía hacer presente su poder allí donde hiciera falta. Madrid se convierte en sede permanente de la Corte por decisión de Felipe II en 1561 cuando ya se ha pacificado la Península y el poder real no se veía amenazado por la nobleza. Pero esta no fue la primera vez que Madrid se erige en capital. Ya en el siglo XIV Madrid se convirtió en la sede de la Corte de otro país cristiano: El reino armenio de Cilicia o la “Pequeña Armenia”.

Este remoto país, independiente de 1078 a 1375, es el resultado de la ocupación de Armenia por la invasión selyúcida (túrquico-persa). Al igual que los nobles visigodos que no aceptaron convertirse al Islam se refugiaron en el norte de la península, los armenios se refugiaron en el sur, a orillas del mediterráneo.

Éstos armenios contaron con el apoyo de los cruzados francos durante la primera cruzada, que defendieron su territorio del ataque de los turcos. Cilicia se convirtió así en un bastión cristiano rodeado de enemigos musulmanes y siempre prestó su apoyo a los posteriores cruzados que utilizaron Cilicia como puerto seguro y lugar de aprovisionamiento.

En el año 1374, un recién coronado León V de Cilicia (para otros llamado León VI), de la casa francesa de los Lusignan, tuvo que defender su capital, Sis, del ataque de los mamelucos (esclavos guerreros islamizados) que contaban con un ejército mucho más poderoso. León V tuvo que rendirse en 1375 y fue llevado preso a El Cairo donde permaneció varios años.

Durante ese tiempo León pidió por carta a los reyes cristianos europeos que intercedieran por él para lograr la libertad, pero ninguno de sus aliados cruzados consideró siquiera contactar al sultán de Babilonia que lo tenía preso. Sin embargo, al llegar esta noticia a los oídos del rey Juan I de Castilla, por medio de un franciscano secretario y confesor suyo, el rey castellano lo envía de vuelta a Babilonia con una carta y regalos para el sultán con el deseo de que lo enviado resultara suficiente para obtener la libertad del finado.

El sultán se siente complacido por los regalos del rey castellano y libera al rey cilicio. León V agradece a su libertador el gesto viajando a Castilla. Previamente pasó por Avignon para recibir la rosa de oro de manos del Papa Clemente VII y visita la tumba en Barcelona de María de Chipre, una Lusignan casada con Jaime II de Aragón. Recién llegado a Castilla actúa de testigo en la boda de Juan I con doña Beatriz de Portugal en la catedral de Badajoz en agosto de 1384.

El rey castellano, no contento con lo ya hecho por este derrocado rey, le nombra además señor de Madrid, Guadalajara, Andújar y Villareal (Ciudad Real) “para que siguiese ejerciendo de rey” y le asigna una renta anual de 150.000 maravedíes.

A León le gustó especialmente la villa de Madrid y se establece aquí como lugar donde organizar su particular “reconquista”, haciendo de la ciudad su “capital en el exilio”. Sin embargo, a los madrileños no les agradece ser “de facto”, vasallos de un rey extranjero y desconocido. Los nobles madrileños se quejan ante Juan I pues entendían que una ciudad de realengo, como Madrid, no podía ser regalada por el soberano. Ante las quejas de los señores de Madrid, Juan I les promete que, tras la muerte del León V de Armenia, Madrid volvería a ser parte de la Corona de Castilla y nunca más volvería a ser enajenada.

Ante este hecho, el armenio trató de ganarse a los madrileños manteniendo sus privilegios y bajando impuestos. Reconstruye dos torres deterioradas del Alcázar y se instala en él como corresponde al señor de la ciudad. No obstante, sabiendo que estas posesiones no podrían ser transmitidas a sus herederos, abandona la ciudad e inicia una gira europea para solicitar apoyos a otros reyes de la cristiandad.

Juan I de Castilla fallece y es enterrado en Toledo en febrero de 1391 y se sabe de la presencia en su entierro del rey armenio que lo tenía en gran estima. Enrique III de Castilla comenzaba su reinado con sólo once años y los madrileños consiguen de él la revocación de la condición de la Villa que vuelve a pasar de nuevo a manos reales castellanas. De este modo acabó un periplo de ocho años en los que la pequeña villa de Madrid fue la capital de un exótico reino al este del Mare Nostrum.

León V fallece en París el 29 de noviembre de 1393 adonde acudió con la esperanza de que Carlos VI de Francia le ayudara en su empresa. En cambio, sólo obtuvo de él promesas vagas (Francia estaba en plena guerra de los cien años con Inglaterra) y un castillo en Saint-Ouen con rentas para sus gastos que sumó a las que seguía percibiendo de Castilla. Hasta el final de sus días tuvo como objetivo la recuperación de su reino y se ofrece como mediador entre franceses e ingleses en su guerra que pretendía finalizar mediante una cruzada conjunta para recuperar su territorio. La empresa fracasó y sus restos fueron enterrados en el convento de los agustinos en París. Sus restos desparecieron durante la revolución francesa y sólo nos queda de él una lápida en la basílica de Saint-Denis.

Este periplo madrileño no hay que verlo como mera anécdota sino que, en mi opinión, es el hecho definitivo para que los señores de Madrid se dieran cuenta de lo importante que era contar con la presencia física del rey en la villa. Se puede deducir que, es a partir de esta “afrenta” a los señores de la ciudad, que se establecen los cimientos para que Madrid acabara siendo sede de la corte de Felipe II. Pero eso ya lo abordaremos en la siguiente entrada del blog.

En el siguiente link puedes ver cómo tratamos este asunto en nuestro programa «Panorama de Madrid» que se emitió en Decisión Radio el 10/1/2022.

Dónde puedo dejar mi equipaje en Madrid?

Somos de viajar sin planes, a nuestra cuenta. Elegimos una ciudad, un vuelo, un alojamiento y ya sólo queda esperar a que llegue el día. Una vez en la ciudad de destino, con la llave del apartamento en la mano, todo es posible. Llegamos a nuestro apartamento, soltamos las maletas y salimos directos a la calle. Todo es nuevo y vivimos nuevas experiencias. Lo mejor de viajar así  es la libertad que se experimenta, para eso viajamos.

Pero esa libertad siempre queda limitada al final. Para aprovechar el tiempo, el último día solemos volar tarde pero siempre hay que dejar pronto las llaves de nuestro alojamiento. Al salir a la calle ya nos sobran las maletas, se han convertido en un incordio. Ya no podemos hacer lo que queremos porque nuestra movilidad está reducida. La experiencia ya no es la misma.

Pero hay soluciones para poder disfrutar una ciudad hasta el último momento aún con el handicap de las maletas: las consignas. Empresas especializadas alquilan locales en los centros de las ciudades para que los turistas puedan dejar allí sus maletas y seguir disfrutando sin limitaciones.

Nos gusta dar siempre los mejores consejos para quienes nos visiten en Madrid y aquí nuestra empresa favorita para dejar el equipaje es Locker in the city. Los motivos son muchos:

Para dejar nuestro equipaje tranquilos tenemos que tener seguridad. En Locker in the city existe un seguro de 1000€ por maleta y cámaras de seguridad controlando cada local 24 h. Nadie ofrece tanto.

Otro factor importante es la  flexibilidad. Se agradece que nos dejen elegir. Las taquillas a reservar son de varios tamaños y los locales son accesibles 24 horas al día, todos los días del año. En cualquier momento se puede alquilar la taquilla que mejor se adapte a nuestras necesidades y, si reservamos con más de una semana de  antelación, recibimos un 20% de descuento. Sus locales no son sólo almacenes de equipaje sino que cada local dispone de WIFI gratuita y las taquillas de entradas de puerto USB para poder recargar sus móviles. Es también de agradecer que podrá abrir y cerrar su taquilla tantas veces como desee en el tiempo de su reserva.

La localización de sus consignas es perfecta. Cuentan con varios locales en los barrios más turísticos y céntricos de la ciudad, incluso cerca de la estación de Atocha. Ya no hay que recorrer media ciudad para dejar el equipaje perdiendo así nuestro preciado tiempo de vacaciones. Siempre hay un Locker in the city cerca.

Nada de lo anterior nos serviría si el servicio fuera difícil de utilizar o una pérdida de tiempo. Este no es el caso, la facilidad de utilización del servicio es uno de los fuertes de Locker in the city. Todo se hace a través de su página de internet que está disponible en alemán y se maneja de manera muy intuitiva. Sin colas y sin entrega de llaves, se recibe en el móvil un código con el que entrar al local y abrir/cerrar la taquilla.

Todos estas ventajas redundan en lo más importante: un máximo ahorro de tiempo y de dinero.  Aquí no perderá el tiempo hasta llegar al local o con complicados trámites, podrá reservar incluso antes del viaje desde casa ahorrando. Pagará un precio por taquilla y no por maleta,  de ese modo un grupo puede pagar por la taquilla más grande, que siempre es más económico que varias pequeñas y quien viaja sólo siempre puede disponer de la taquilla de precio menor.

Pero eso no es todo, con este consejo obtendrán un 10% de descuento extra. Entra en su página web y en el momento del pago escriban PANORAMAD en la casilla de Código de descuento. No se puede pedir más.

El perfecto atuendo para el clima de Madrid

Mucha gente se pregunta qué tipo de ropa llevar en la maleta en su viaje a Madrid. Nuestra ciudad cuenta con con clima continental y, por lo tanto, es una ciudad de extremos climáticos y contrastes. Durante el año podemos tener noches invernales bajo cero y días veraniegos con más de 40 grados centígrados. Los extremos se pueden dar el mismo día y no es extraño encontrar en Madrid días con variaciones de 20 grados de temperatura el mismo día.

Pero el clima de Madrid también tiene su lado amable. Madrid es la capital europea con más horas de sol al año. Aquí no suele llover mucho, no más de 59 días al año de media, y cuando llueve, suele llover por poco tiempo.

A la hora de hacer la maleta es necesario tener todo esto en mente y adaptar nuestra vestimenta a cada época del año. Aquí les dejamos unos cuantos consejos

En invierno: Las temperaturas se mueven entre los 3ºC y 16ºC. Madrid es una ciudad no muy húmeda por lo que el frío seco se lleva un poco mejor pero no olviden que por la noche puede helar, al menos, en los días más fríos de enero o febrero. Al mediodía suele estar soleado aunque el sol no caliente muchísimo. Hay que tener precaución con el viento que puede hacer  que la sensación térmica sea de más frío, sobre todo, en la inmediaciones del Palacio Real, que se sitúa junto a un barranco. Llueve no más de 16 días en estos tres meses. No se preocupen por la nieve, suele nevar un día al año en Madrid y, a veces, ni eso.

En esta época no escatimen con la ropa de abrigo si se deciden por un tour con nosotros, al menos por la mañana. Un buen abrigo con capucha, por si llueve, basta. Quizás no sea tan necesaria al mediodía pero la volverá a agradecer cuando el sol vuelva a estar bajo y de noche. Debajo hará falta un jersey y unos buenos vaqueros bastan. Las señoras sobrevivirán con vaqueros o falda con medias o, si son más frioleras, leotardos. Gorros de lana, bufandas y demás complementos lo dejamos a su elección. Zapatos cerrados, cómodos e impermeables.

En primavera y otoño: Por supuesto son éstas las mejores estaciones para disfrutar del tiempo de Madrid. En estos tres meses las temperaturas oscilan entre los 6ºC y los 28ºC que se alcanzan en junio o principio de septiembre. Puede que llueva, unos 38 días en esos seis meses, y parece una tradición que algún día de mayo, cuando la ciudad se lanza a la calle, llueva. El tiempo es por lo general muy benigno pero todo puede cambiar de la noche a la mañana.

En primavera y otoño recomendamos ropa de entretiempo pero, también algo de invierno y de extremo verano, por si las moscas. Una chaqueta ligera o un chaleco suelen bastar, con el jersey puede complementar la protección frente al frío según convenga y los vaqueros siguen siendo una buena opción aunque puede ser que algún día sean demasiado calurosos y necesitemos pantalones finos o bermudas. Las señoras pueden elegir si vestir falda o vestidos ligeros pero siempre con un plan B contra el posible frío en la maleta. Zapatos cómodos y ligeros, zapatillas de deporte o sandalias.

En verano

Was ziehe ich im Sommer in Madrid an?

En verano basta con llenar la maleta de prendas ligeras y cómodas.

Es la mejor época para elegir atuendo pero quizás la peor para disfrutar el tiempo. Les va a hacer calor, seguro. Puede ser que haya alguna tormenta de verano pero poco más. No llueve más de seis días en esos seis meses. La segunda quincena de julio y la primera de agosto son un infierno, podremos llegar a los 40 grados. Las noches son mucho más llevaderas, con mínimas de 16ºC.

Con estas condiciones ya supondrán que le recomendaremos lo más fresco de su armario. Bermudas y camisetas de manga corta para ellos y vestidos y faldas para ellas. Sandalias y chanclas para los pies. Si quieren disfrutar la noche pueden prever algo más elegante para las cenas, pero tampoco mucho, el verano es para disfrutar y lucir tipo.