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¿Por qué fue Madrid la sede permanente de la Corte de España?

Sobre lo que no sabemos, sólo nos queda hacer conjeturas.

El reinado de Felipe II no fue nada sencillo. Se vivían tiempos convulsos para Europa y, por extensión, para la monarquía hispánica, que mantenía una infinidad de frentes abiertos. Sin embargo, hay que reconocerle al rey que acabó por pacificar la península y, aún más meritorio, la América española.

Este hecho, al que no se le suele dar importancia, como a todos los logros de este rey, fue fundamental para que éste considerase establecerse permanentemente en un único enclave. Felipe II creyó posible gobernar su reino desde un solo entorno geográfico al contrario de lo que hizo su padre y todos los reyes castellanos.

¿Por qué fue Madrid la sede permanente de la Corte de España? ¿Cómo pudo ser que un imperio global, con territorios en todos los continentes, tuviera una capital lejos de los puertos que los unían y vertebraban? La respuesta sólo la conocía Felipe II, que fue quien lo decidió, pero no la dejó escrita. Sólo nos quedan las suposiciones que aquí les dejo en un ejercicio de “historia ficción”.

Hay muchos impedimentos que aconsejaban al rey que fuera otra ciudad, y no Madrid, la sede de la Corte. Aparte de la lejanía con el mar, estaba Madrid en 1561 aún más lejos de poder asumir el incremento de tres veces su población, en sólo una década, que se requería. La pequeña villa de Madrid ni siquiera contaba con un caserío construido para ello.

Se hubo de derribar la muralla de los Reyes Católicos y Felipe II supervisó en persona cada una de las ampliaciones de la urbe. Madrid se convirtió en la primera capital desmilitarizada de Europa, con el peligro que eso conllevaba pues no se la dotó de una muralla al uso sino de una mera «cerca». Se acometieron trabajos de mejora urbanística: pavimentación, desmontes y terraplenados que se hacían necesarios para una ciudad donde los cursos del abundante agua hacían estragos en la orografía.

La original “regalía de aposento”, que aseguraba que la otrora corte nómada pudiera ser acogida en cualquiera fuera la ciudad que el rey eligiese, no se derogó y en la ciudad se creó un conflicto entre propiedad privada y las necesidades de la corte, que el común de los mortales resolvía con las “casas a la malicia”.

Éstas eran las nuevas viviendas que, por su tamaño y decoro, podrían servir para aposentar la Corte pero se construían, al exterior, con una apariencia de modestia o falta de espacio interior para pasar desapercibidas. La presión urbanística que sufrió la Villa en estos años fue tremenda y derivó en construcciones en altura, corralas, que daban cobijo a las familias menos adineradas a la vez que aumentaban la densidad.

No fue una labor fácil. Pero, por otro lado, la pequeña Villa de Madrid contaba con unos condicionantes excelentes para ser la ciudad elegida por un rey como Felipe II.

  • Era una ciudad castellana. Felipe II, antes de 1561, ya se había inclinado por una ciudad castellana como sede de su Corte: Toledo. Sabía que Castilla era la arteria que nutría de oro y de infantería la maquinaria su reino. En esto siguió el consejo de su padre que también pensó en Toledo como sede de una Corte que apenas la pisó por sus continuos viajes. Pero Toledo tenía unas características que la desaconsejaban frente a Madrid: la dificultad de llevar el agua del Tajo a la parte alta donde se situaba el Alcázar, las agobiantes murallas que la circundaban. Todo esto tendría solución pero, ay, llegó el factor humano y resultó que Toledo era una ciudad que, con sus cuestas y estrecheces agobiaba a su tercera (y nueva) esposa, Isabel de Valois. En febrero de 1560 la nueva reina hizo entrada en Toledo pero en mayo del año siguiente, el rey ya estaba trasladando la corte a Madrid. A mí no me parece una casualidad.
  • Era ciudad de realengo. Madrid fue conquistada por Alfonso VI y, desde entonces, el rey era señor de la Villa. Era la figura principal de la ciudad y en ella no tenía contrarios. Además, Madrid no tenía obispo, dependía de Toledo, y tampoco había allí grandes linajes. Aquí, Felipe II era amo y señor y no tenía quien le discutiera desde la Iglesia ni desde las grandes familias.
  • El agua, el aire y los bosques. El abastecimiento de agua era sencillo a través del río Manzanares o de pozos, no como en Toledo. El clima era propicio y la ciudad estaba rodeada de bosques lo que garantizaba la madera necesaria para acometer la construcción de viviendas. Además, a principios del siglo XVI diferentes epidemias de peste y viruela parece que respetaron más a Madrid que a otra ciudades como Toledo.
  • La centralidad y su cercanía a El Escorial. La obra constructora por orden de Felipe II, un humanista apasionado por la arquitectura y los jardines, en la Villa y el entorno de Madrid es ingente: Cuarto Real en el Monasterio de los Jerónimos, torre dorada del Alcázar, el Real Sitio de Valsaín, el de Aranjuez, etc. Pero, sin lugar a dudas, su obra cumbre y más personal fue el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial que serviría como Panteón Real, Basílica, Monasterio, Palacio Real, Colegio, etc. Que Madrid se encontrara a tiro de piedra del monasterio no parece ser un asunto baladí. Es más, se sabe que fue él quien empezó con la tradición de elegir un sitio Real en cada estación del año creando una suerte de residencias reales que gravitan con su centro en Madrid. Es esta centralidad, y la geográfica en la península uno de los motivos que pudieron convencerle.
  • Su padre, su madre, su familia. Aunque Madrid no era capital en época de Carlos I no se puede decir que este rey no la tuviera en estima. Carlos I ya había realizado en 1536 una importante reforma del alcázar medieval, que sufrió lo suyo en la guerra de los Comuneros. Decidió reformarlo en vez de reconstruirlo, lo cual ha dado pie a que muchos investigadores se preguntaran por qué querría ocuparlo cuanto antes. En el año 1529, durante la regencia de Isabel de Portugal, la corte de la reina se encontraba en Toledo pero una epidemia de viruela la llevó a desplazarla a Madrid. En el año 1530, el rey Carlos I se reunió con su mujer en Madrid y ella, conocedora de la afición por la caza de su marido, mandó cuidar los montes del del Pardo para su llegada. Ahí el rey-emperador pasó agradables jornadas de caza y asueto en compañía de su familia. Seguramente fueran esos meses en Madrid los mejores para la familia del emperador y la reina Isabel, muy unida a su hijo, así se lo hizo saber cuando creció y volvió a la Villa en el año 1535.
  • El Monte del Pardo. Aunque a nuestros ojos pueda parecer baladí, la proximidad de Madrid al monte del Pardo, coto de caza real, resulta determinante en la elección de la ciudad como sede de la Corte. Felipe II no era un rey al que le gustara la etiqueta o los fastos reales pero, al igual que su padre, amaba la caza, la naturaleza, los jardines, las justas y la vida al aire libre. El monte del Pardo pasó a formar parte del patrimonio real justo en el momento en que Madrid volvió a la corona de Castilla después de haber sido el señorío de León V de Armenia. Una vez muerto Juan I, los nobles intentan atraerse al nuevo rey Enrique III a la ciudad y es en ese momento cuando los nobles de Madrid, poseedores de las tierras de enrededor, le conminan a construir un pabellón de caza que haría las delicias de todos sus sucesores. Juan II y, sobre todo, Enrique IV se acercan más a menudo a disfrutar de la caza del monte. Los nobles madrileños sabían que, para que al rey no se le volviera a ocurrir regalar ciudad a ningún noble extranjero, la mejor manera era fidelizarlo mediante la caza. Se sabe que fue Felipe II quien sugiere a su padre que el castillo del Pardo lo convirtiera en palacio y, más aún, sabemos que antes de que llegara el año 1561, Felipe II ya se había fijado en la Casa de Campo. Su intención era que sirviera de enorme nexo de unión entre el Alcázar y el Real Sitio del Pardo.

Todos los argumentos anteriores, por separado, pudieron ser suficientes para fundamentar la elección real pero, sabiendo del carácter del rey, es la suma de todas ellas las que acabarían venciendo la balanza hacia Madrid.

Una ciudad como Toledo, de larga tradición y preexistencias, no encajaba con un rey tan innovador y renacentista como Felipe II.

Sabemos que incluso la lejanía con el mar era un asunto que trató de solventar haciendo navegable el Manzanares y el Tajo hasta Lisboa. No quería una ciudad alejada del mar, quería Madrid, y tenía un plan.

Si Lisboa hubiera sido su capital, como parecía ser lo más coherente una vez que unió las dos coronas, se encontraría con una capital en un territorio que jamás se mostró tan leal como la sufrida Castilla.

Elegir esta ciudad de realengo le aseguraba tranquilidad y alejarse de la pompa de la Corte, que detestaba. De hecho, la intención última de comprar la Casa de Campo no sólo se explica por su deseo de crear una gran masa forestal que conectara su Alcázar con el Real Sitio de El Pardo para cazar, sino que también lo alejara del mundanal ruido.

El rey gustaba del aire libre, de los jardines. Pero éste no era un rey cualquiera. El quería estar presente en la creación de los mismos. Junto con sus arquitectos, diseñó los jardines de la casa de Campo, de El Escorial o el trazado del Real Sitio de Aranjuez. Era Felipe II un rey constructor, un rey creador.

El Pardo como punto central de valor cinegético resulta decisivo. Su amor por la caza la heredó de su padre, a quien respetaba profundamente. El destino lo alejó de él porque el emperador fue un rey nómada, pero nunca dejó de tener influencia en su hijo, de guiarle y procurarle la mejor educación. De su madre conoció el amor filial, ese que demostró, con sus hijas pues Don Carlos no pareció persona fácil para amar. Que Isabel tuviera tan buen recuerdo de Madrid no es asunto de poco fuste.

En definitiva, si me preguntaran cómo pudo llegar a ser Madrid la capital de España, contestaría que porque Felipe II, el rey que dio el primer paso fue una persona sensata, responsable, creativa y, a pesar de todo, valiente. Quizás lo que más le sedujo de la idea, además de la posibilidad de poder cazar, fue que la ciudad aún «estaba por hacer». No solo fue su idea, fue su reto.

Madrid y el reino armenio de Cilicia

Madrid, capital de dos reinos

Madrid parece ser la única ciudad que ha sido capital de dos reinos distintos: Cilicia en el s.XIV y España desde 1561.

Se dice que al español no le gusta aparentar ni presumir sobremanera. No sé si puede aplicar a cualquier español pero sí que está claro que se le puede aplicar, al menos, a la capital de España. Madrid es la ciudad que menos se promociona o vende sus logros. Para muestra este botón. Si preguntáramos por Madrid quién conoce de la siguiente historia, veríamos que pocos han oído hablar de ella. El desconocimiento generalizado de este hecho es el mejor ejemplo de lo abandonado que tenemos nuestra historia o, mejor dicho, de cuánto desconocemos de nosotros mismos.

Y no deja de ser sorprendente que, la capital de un reino que nunca la tuvo, no contenta con serlo, fuera anteriormente la capital de otro reino remoto y no lo proclame a los cuatro vientos. Si esto hubiera sucedido en cualquier capital europea, tendríamos libros, óperas, obras de teatro, películas y hasta series. Sin embargo, en España es tan habitual rechazar nuestra historia por estúpidos complejos, que ni los propios madrileños saben de lo que aquí se va a hablar.

En los reinos medievales se consideraba capital a la ciudad donde residía la Corte. Castilla no tenía una capital fija, la Corte era nómada como consecuencia de la guerra contra los musulmanes y las luchas internas de poder.

La itinerancia cortesana tiene varias razones de ser. La razón práctica era de índole económica, pues las dificultades de aprovisionamiento obligaban a las Cortes, llevados por la necesidad de abastecerse, a protagonizar continuos desplazamientos. La razón lógica, en cambio, era que la itinerancia permitía que el rey se hiciera presente en cualquier confín de su reino, con lo que esto implicaba. Así el poder del rey se hacía visible y eso era fundamental en una sociedad feudal donde el poder del soberano no podía ser ensombrecido por noble alguno.

Castilla permaneció sin una corte estable durante todo el medievo y, ya en el siglo XVI, Carlos I quiso continuar con una corte itinerante que le permitía hacer presente su poder allí donde hiciera falta. Madrid se convierte en sede permanente de la Corte por decisión de Felipe II en 1561 cuando ya se ha pacificado la Península y el poder real no se veía amenazado por la nobleza. Pero esta no fue la primera vez que Madrid se erige en capital. Ya en el siglo XIV Madrid se convirtió en la sede de la Corte de otro país cristiano: El reino armenio de Cilicia o la “Pequeña Armenia”.

Este remoto país, independiente de 1078 a 1375, es el resultado de la ocupación de Armenia por la invasión selyúcida (túrquico-persa). Al igual que los nobles visigodos que no aceptaron convertirse al Islam se refugiaron en el norte de la península, los armenios se refugiaron en el sur, a orillas del mediterráneo.

Éstos armenios contaron con el apoyo de los cruzados francos durante la primera cruzada, que defendieron su territorio del ataque de los turcos. Cilicia se convirtió así en un bastión cristiano rodeado de enemigos musulmanes y siempre prestó su apoyo a los posteriores cruzados que utilizaron Cilicia como puerto seguro y lugar de aprovisionamiento.

En el año 1374, un recién coronado León V de Cilicia (para otros llamado León VI), de la casa francesa de los Lusignan, tuvo que defender su capital, Sis, del ataque de los mamelucos (esclavos guerreros islamizados) que contaban con un ejército mucho más poderoso. León V tuvo que rendirse en 1375 y fue llevado preso a El Cairo donde permaneció varios años.

Durante ese tiempo León pidió por carta a los reyes cristianos europeos que intercedieran por él para lograr la libertad, pero ninguno de sus aliados cruzados consideró siquiera contactar al sultán de Babilonia que lo tenía preso. Sin embargo, al llegar esta noticia a los oídos del rey Juan I de Castilla, por medio de un franciscano secretario y confesor suyo, el rey castellano lo envía de vuelta a Babilonia con una carta y regalos para el sultán con el deseo de que lo enviado resultara suficiente para obtener la libertad del finado.

El sultán se siente complacido por los regalos del rey castellano y libera al rey cilicio. León V agradece a su libertador el gesto viajando a Castilla. Previamente pasó por Avignon para recibir la rosa de oro de manos del Papa Clemente VII y visita la tumba en Barcelona de María de Chipre, una Lusignan casada con Jaime II de Aragón. Recién llegado a Castilla actúa de testigo en la boda de Juan I con doña Beatriz de Portugal en la catedral de Badajoz en agosto de 1384.

El rey castellano, no contento con lo ya hecho por este derrocado rey, le nombra además señor de Madrid, Guadalajara, Andújar y Villareal (Ciudad Real) “para que siguiese ejerciendo de rey” y le asigna una renta anual de 150.000 maravedíes.

A León le gustó especialmente la villa de Madrid y se establece aquí como lugar donde organizar su particular “reconquista”, haciendo de la ciudad su “capital en el exilio”. Sin embargo, a los madrileños no les agradece ser “de facto”, vasallos de un rey extranjero y desconocido. Los nobles madrileños se quejan ante Juan I pues entendían que una ciudad de realengo, como Madrid, no podía ser regalada por el soberano. Ante las quejas de los señores de Madrid, Juan I les promete que, tras la muerte del León V de Armenia, Madrid volvería a ser parte de la Corona de Castilla y nunca más volvería a ser enajenada.

Ante este hecho, el armenio trató de ganarse a los madrileños manteniendo sus privilegios y bajando impuestos. Reconstruye dos torres deterioradas del Alcázar y se instala en él como corresponde al señor de la ciudad. No obstante, sabiendo que estas posesiones no podrían ser transmitidas a sus herederos, abandona la ciudad e inicia una gira europea para solicitar apoyos a otros reyes de la cristiandad.

Juan I de Castilla fallece y es enterrado en Toledo en febrero de 1391 y se sabe de la presencia en su entierro del rey armenio que lo tenía en gran estima. Enrique III de Castilla comenzaba su reinado con sólo once años y los madrileños consiguen de él la revocación de la condición de la Villa que vuelve a pasar de nuevo a manos reales castellanas. De este modo acabó un periplo de ocho años en los que la pequeña villa de Madrid fue la capital de un exótico reino al este del Mare Nostrum.

León V fallece en París el 29 de noviembre de 1393 adonde acudió con la esperanza de que Carlos VI de Francia le ayudara en su empresa. En cambio, sólo obtuvo de él promesas vagas (Francia estaba en plena guerra de los cien años con Inglaterra) y un castillo en Saint-Ouen con rentas para sus gastos que sumó a las que seguía percibiendo de Castilla. Hasta el final de sus días tuvo como objetivo la recuperación de su reino y se ofrece como mediador entre franceses e ingleses en su guerra que pretendía finalizar mediante una cruzada conjunta para recuperar su territorio. La empresa fracasó y sus restos fueron enterrados en el convento de los agustinos en París. Sus restos desparecieron durante la revolución francesa y sólo nos queda de él una lápida en la basílica de Saint-Denis.

Este periplo madrileño no hay que verlo como mera anécdota sino que, en mi opinión, es el hecho definitivo para que los señores de Madrid se dieran cuenta de lo importante que era contar con la presencia física del rey en la villa. Se puede deducir que, es a partir de esta “afrenta” a los señores de la ciudad, que se establecen los cimientos para que Madrid acabara siendo sede de la corte de Felipe II. Pero eso ya lo abordaremos en la siguiente entrada del blog.

En el siguiente link puedes ver cómo tratamos este asunto en nuestro programa «Panorama de Madrid» que se emitió en Decisión Radio el 10/1/2022.

Excursión a Toledo

Muchos visitantes nos preguntan, estando en Madrid, si merece la pena hacer una excursión a Toledo y cuál es la mejor manera de llegar allí. Nosotros siempre contestamos lo mismo, Toledo es una ciudad fascinante, no en vano es desde 1986 Patrimonio de la Humanidad, y la cercanía de Madrid permite una conexión inmejorable.

Qué ver en Toledo en un día de excursión.

La mezcla de culturas que se dio en Toledo ha cristalizado en forma de bellos edificios, plazas y rincones. Romanos, visigodos y musulmanes han dominado la ciudad. Judíos, musulmanes y cristianos poblaron la ciudad en la edad media por lo que Toledo es conocida como la ciudad de la tres culturas. Aún en la actualidad, no muy lejos de la impresionante Catedral Primada, se pueden encontrar mezquitas como la del Cristo de la Luz, sinagogas como la del Tránsito o Santa María la Blanca o un extenso ramillete de iglesias de entre las que destacamos la Iglesia de Santo Tomé por exponerse ahí el Entierro del señor de Orgaz, el más famoso cuadro de Doménikos Teotokópulos El Greco, a la sazón vecino de ese barrio de la ciudad. El Greco fue el artista que más se ha identificado con la ciudad y su huella perdura en el Museo del Greco, recreación de lo que pudo ser, en el siglo XVI la vivienda del insigne griego. A nuestro entender el edificio más bello del estilo Reyes Católicos jamás construido se encuentra en Toledo, el Monasterio de San Juan de los Reyes donde, aparte de su bello claustro, destaca la iglesia que podría haber sido el panteón de los Reyes Católicos de no haber decidido descansar en la bella ciudad de Granada.

Transporte hacia Toledo desde Madrid

En coche se puede llegar a Toledo desde Madrid por la A-42 en una hora aproximadamente. Un poco más se tarda en llegar a la ciudad en un autobús de ALSA desde la Plaza Elíptica.

Sin embargo, ninguna de estas dos opciones se puede comparar, en la actualidad, a la rapidez y comodidad de llegar a Toledo en Tren de Alta Velocidad (AVE). Desde la estación de Atocha llegará a la bella estación de Toledo en unos 35 minutos. Otra ventaja que ofrece el AVE es contar con asiento asignado y una buena frecuencia de trenes lo que no evita a veces, debido a la alta demanda, que sea aconsejable comprar los billetes por adelantado. Nuestra recomendación es comprar a la vez la ida y la vuelta y no dejar esta última abierta a última hora pues es posible que los trenes de vuelta estén completos el mismo día del viaje.

Horarios de ida de Madrid a Toledo: 09:20 h., 10:20 h., 11:20 h. y 12:20 h.
Horario de vuelta de Toledo a Madrid: 16:20 h., 17:20 h., 18:20 h., 19:20 h. y 20:30 h.

Una buena manera de ahorrar dinero en la visita a Toledo es contratar la Toledo Card que ofrece, además de los billetes de ida y vuelta en AVE, entradas a atracciones y una visita panorámica y fotográfica alrededor de la ciudad en autobús. La posibilidad de apreciar la ciudad de Toledo con perspectiva desde los cigarrales es toda una delicia.  Las atracciones que compone el paquete de esta tarjeta son la Catedral Primada, La sinagoga de Santa María la Blanca, la iglesia de Santo Tomé y el Monasterio de San Juan de los Reyes. Desde el punto de vista del ahorro es muy atractiva pues todo lo ofrecido, por separado, excede con creces el precio de la tarjeta. Pero las ventajas van más allá del precio, quienes con esta tarjeta visiten la catedral no tienen que hacer cola a la entrada.

Visitar Toledo desde Madrid es una experiencia imborrable al alcance de cualquier bolsillo. Es factible la visita relajada a la ciudad por cuenta propia. Si, de otra manera, desean una visita a la ciudad de Toledo con nosotros, podemos encargarnos del transporte y de las reservas en los lugares a visitar así como, eventualmente, de su paquete de Toledo Card. Nos adentraremos en el corazón de la ciudad y, además de explicarles sus principales atracciones, nos dejaremos embrujar por sus estrechas calles y los embriagadores olores de sus mazapanes disfrutando de sus animadas tiendas de artes medievales repletas de espadas y damasquinados. Contáctenos y díganos cuándo y a qué hora.