Madrid, capital de dos reinos
Madrid parece ser la única ciudad que ha sido capital de dos reinos distintos: Cilicia en el s.XIV y España desde 1561.
Se dice que al español no le gusta aparentar ni presumir sobremanera. No sé si puede aplicar a cualquier español pero sí que está claro que se le puede aplicar, al menos, a la capital de España. Madrid es la ciudad que menos se promociona o vende sus logros. Para muestra este botón. Si preguntáramos por Madrid quién conoce de la siguiente historia, veríamos que pocos han oído hablar de ella. El desconocimiento generalizado de este hecho es el mejor ejemplo de lo abandonado que tenemos nuestra historia o, mejor dicho, de cuánto desconocemos de nosotros mismos.
Y no deja de ser sorprendente que, la capital de un reino que nunca la tuvo, no contenta con serlo, fuera anteriormente la capital de otro reino remoto y no lo proclame a los cuatro vientos. Si esto hubiera sucedido en cualquier capital europea, tendríamos libros, óperas, obras de teatro, películas y hasta series. Sin embargo, en España es tan habitual rechazar nuestra historia por estúpidos complejos, que ni los propios madrileños saben de lo que aquí se va a hablar.
En los reinos medievales se consideraba capital a la ciudad donde residía la Corte. Castilla no tenía una capital fija, la Corte era nómada como consecuencia de la guerra contra los musulmanes y las luchas internas de poder.
La itinerancia cortesana tiene varias razones de ser. La razón práctica era de índole económica, pues las dificultades de aprovisionamiento obligaban a las Cortes, llevados por la necesidad de abastecerse, a protagonizar continuos desplazamientos. La razón lógica, en cambio, era que la itinerancia permitía que el rey se hiciera presente en cualquier confín de su reino, con lo que esto implicaba. Así el poder del rey se hacía visible y eso era fundamental en una sociedad feudal donde el poder del soberano no podía ser ensombrecido por noble alguno.
Castilla permaneció sin una corte estable durante todo el medievo y, ya en el siglo XVI, Carlos I quiso continuar con una corte itinerante que le permitía hacer presente su poder allí donde hiciera falta. Madrid se convierte en sede permanente de la Corte por decisión de Felipe II en 1561 cuando ya se ha pacificado la Península y el poder real no se veía amenazado por la nobleza. Pero esta no fue la primera vez que Madrid se erige en capital. Ya en el siglo XIV Madrid se convirtió en la sede de la Corte de otro país cristiano: El reino armenio de Cilicia o la “Pequeña Armenia”.
Este remoto país, independiente de 1078 a 1375, es el resultado de la ocupación de Armenia por la invasión selyúcida (túrquico-persa). Al igual que los nobles visigodos que no aceptaron convertirse al Islam se refugiaron en el norte de la península, los armenios se refugiaron en el sur, a orillas del mediterráneo.
Éstos armenios contaron con el apoyo de los cruzados francos durante la primera cruzada, que defendieron su territorio del ataque de los turcos. Cilicia se convirtió así en un bastión cristiano rodeado de enemigos musulmanes y siempre prestó su apoyo a los posteriores cruzados que utilizaron Cilicia como puerto seguro y lugar de aprovisionamiento.
En el año 1374, un recién coronado León V de Cilicia (para otros llamado León VI), de la casa francesa de los Lusignan, tuvo que defender su capital, Sis, del ataque de los mamelucos (esclavos guerreros islamizados) que contaban con un ejército mucho más poderoso. León V tuvo que rendirse en 1375 y fue llevado preso a El Cairo donde permaneció varios años.
Durante ese tiempo León pidió por carta a los reyes cristianos europeos que intercedieran por él para lograr la libertad, pero ninguno de sus aliados cruzados consideró siquiera contactar al sultán de Babilonia que lo tenía preso. Sin embargo, al llegar esta noticia a los oídos del rey Juan I de Castilla, por medio de un franciscano secretario y confesor suyo, el rey castellano lo envía de vuelta a Babilonia con una carta y regalos para el sultán con el deseo de que lo enviado resultara suficiente para obtener la libertad del finado.
El sultán se siente complacido por los regalos del rey castellano y libera al rey cilicio. León V agradece a su libertador el gesto viajando a Castilla. Previamente pasó por Avignon para recibir la rosa de oro de manos del Papa Clemente VII y visita la tumba en Barcelona de María de Chipre, una Lusignan casada con Jaime II de Aragón. Recién llegado a Castilla actúa de testigo en la boda de Juan I con doña Beatriz de Portugal en la catedral de Badajoz en agosto de 1384.
El rey castellano, no contento con lo ya hecho por este derrocado rey, le nombra además señor de Madrid, Guadalajara, Andújar y Villareal (Ciudad Real) “para que siguiese ejerciendo de rey” y le asigna una renta anual de 150.000 maravedíes.
A León le gustó especialmente la villa de Madrid y se establece aquí como lugar donde organizar su particular “reconquista”, haciendo de la ciudad su “capital en el exilio”. Sin embargo, a los madrileños no les agradece ser “de facto”, vasallos de un rey extranjero y desconocido. Los nobles madrileños se quejan ante Juan I pues entendían que una ciudad de realengo, como Madrid, no podía ser regalada por el soberano. Ante las quejas de los señores de Madrid, Juan I les promete que, tras la muerte del León V de Armenia, Madrid volvería a ser parte de la Corona de Castilla y nunca más volvería a ser enajenada.
Ante este hecho, el armenio trató de ganarse a los madrileños manteniendo sus privilegios y bajando impuestos. Reconstruye dos torres deterioradas del Alcázar y se instala en él como corresponde al señor de la ciudad. No obstante, sabiendo que estas posesiones no podrían ser transmitidas a sus herederos, abandona la ciudad e inicia una gira europea para solicitar apoyos a otros reyes de la cristiandad.
Juan I de Castilla fallece y es enterrado en Toledo en febrero de 1391 y se sabe de la presencia en su entierro del rey armenio que lo tenía en gran estima. Enrique III de Castilla comenzaba su reinado con sólo once años y los madrileños consiguen de él la revocación de la condición de la Villa que vuelve a pasar de nuevo a manos reales castellanas. De este modo acabó un periplo de ocho años en los que la pequeña villa de Madrid fue la capital de un exótico reino al este del Mare Nostrum.
León V fallece en París el 29 de noviembre de 1393 adonde acudió con la esperanza de que Carlos VI de Francia le ayudara en su empresa. En cambio, sólo obtuvo de él promesas vagas (Francia estaba en plena guerra de los cien años con Inglaterra) y un castillo en Saint-Ouen con rentas para sus gastos que sumó a las que seguía percibiendo de Castilla. Hasta el final de sus días tuvo como objetivo la recuperación de su reino y se ofrece como mediador entre franceses e ingleses en su guerra que pretendía finalizar mediante una cruzada conjunta para recuperar su territorio. La empresa fracasó y sus restos fueron enterrados en el convento de los agustinos en París. Sus restos desparecieron durante la revolución francesa y sólo nos queda de él una lápida en la basílica de Saint-Denis.
Este periplo madrileño no hay que verlo como mera anécdota sino que, en mi opinión, es el hecho definitivo para que los señores de Madrid se dieran cuenta de lo importante que era contar con la presencia física del rey en la villa. Se puede deducir que, es a partir de esta “afrenta” a los señores de la ciudad, que se establecen los cimientos para que Madrid acabara siendo sede de la corte de Felipe II. Pero eso ya lo abordaremos en la siguiente entrada del blog.
En el siguiente link puedes ver cómo tratamos este asunto en nuestro programa «Panorama de Madrid» que se emitió en Decisión Radio el 10/1/2022.